diecinueve

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Admito que mi corazón quedó en el cielo, y me empecé a poner nerviosa, porque mi mamá hace rato que sospecha del Alex. Lo único que pido es que no lo haya visto, y así le puedo decir que me vine en un uber.

—Hola ma—dije acercándome a ella.

—¿Quién era? —preguntó enojá.

—El Uber—mentí. Qué es penca mentirle a tu mamá, por eso, nunca se metan con un profe, ah.

Me analizó la cara, con una mirada penetrante. Es como si las mamás tuvieran un rastreador de mentiras en sus hijos, es muy difícil hacerse la hueona con una mamá, a no ser que seas una pretty Little liar.

—Muéstrame la aplicación—dijo dudosa—sabes que siempre he confiado en ti, pero haz actuado muy raro últimamente.

—No puedo, el Javier lo pidió de su celular—hice una mueca.

—Ah, mira tú. ¿Por casualidad el hombre del Uber se llamaba Alex? —dijo empezando a caminar y yo quedé en un momento de transición.

—No sé, ma. No pesqué el nombre del tipo, el Javier sólo me acompañó y me dio plata—le respondí y llegamos a la casa.

—Ignacia, hasta aquí llega esta discusión, pero para con tus mentiras—dijo mirándome seria y entró a la casa. Luego de eso me ignoró hasta el otro día.

2 semanas después.

Hoy doy la última prueba del semestre, y me importa un pico si me va mal, porque ya tengo arriba de seis y si me saco un rojo en inglés no me bajaría nada. Menos con el Alex que me ayuda a subir las notas, ah.

—Dile a tu amorcito que me ponga arriba de seis, por fa—dijo el Javier mientras abría un paquete de alfajor.

—Dile vo po—dije sacándole uno.

—¿No se han comido? —preguntó.

—No, es que me da cosa—dije encogiéndome de hombros.

—Pensé que sí, ya que el otro día fuiste a su casa.

—Ah, no. Conversamos y estuvimos ahí en su casa, piola. Pero no nos hemos dado un beso—dije y me sonrojé, no sé por qué.

—Pa mí que él no ha atinado porque no te quiere pasar a llevar, porque lleva mucho tiempo aguantándose.

Me quedé pensando e igual si a ti te atrae alguien, te lo querís comer po. Pero con el Alex con suerte habían piquitos, quizás pa la próxima vez que vaya a su casa atino yo, ah. Ni he dado un beso y ando hablando hueás.

—Bueno, tardará lo que tenga que tardar po.

—Ah, claro. Cómo digas.

Llegó el Christian a nuestro lado ya que había ido a comprar al quiosco y el Javier me chasconeó para irse a jugar a la pelota.

—Ay, qué pesado. Como si yo te voy a robar o algo—dijo el Christian toda diva.

—Déjalo, de por sí, es celoso. Pero yo cacho que tiene que conocerte más—le sonreí.

—Hueona qué brutal—dijo comiendo lo que se compró.

—Hueón, ¿cómo te comprai una chaparrita a las nueve de la mañana? —me reí y él me quedó mirando con la comida en la boca.

—Yo he descongelado vienesas a las cuatro de la mañana, a mí no me importa nada, sólo comer—dijo acariciándose la guata.

—No tení ni guata, quién como tú.

¡Wena, profe!Where stories live. Discover now