1. De nuevo.

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Capítulo número uno: "De nuevo".

20 de enero del 2025.

Escuela.

Corrí rápidamente, mis pies golpeando el cemento con fuerza a pesar del silencio que intento lograr.

Me di la vuelta para ver si seguía a mis espaldas, y sí, ahí estaba.

No puede ser que apenas empiece el colegio y ya el drama esté presente.

Miré a ambos lados, buscando escapatoria, y encontré un perfecto escondite detrás de un arbusto.

Corrí hacia las todas las hojas verdes que me daban la oportunidad de no pasar vergüenza y asomé mis ojos sobre éstas.

Ésto no hubiera pasado si mis papás se hubieran bajado a acompañarme en mi primer día de clases.

Ahí estaba, tan hermoso como lo recordaba.

Poniéndome la vida de cabeza, de nuevo.

Mi corazón latía a toda velocidad, mi estómago dolía debido a mis nervios y mis mejillas ardían.

Pensé que al cambiarme de colegio nunca más lo vería, pero por suerte me equivoqué. Estaba estudiando de nuevo con el chico al que le he llamado novio desde los tres años, y no podía estar más feliz.

Tenía una manzana en la mano, un cuaderno bajó el brazo y una mochila sobre sus hombros.

Lo recordaba con el pelo rubio, pero en el tan poco tiempo en que no nos vimos ya estaba castaño, no le veía una explicación a eso pero fue lo que menos me importó.

Probablemente mi cara era la representación de la carita de ojos de corazones, justamente el emoticón que usaría para describir cómo me siento al verlo.

—¡James!— grité, o, bueno, más bien mi corazón lo hizo.

Debería comenzar a pensar con el cerebro y no con el corazón.

Escondí lo poco que se dejaba ver de mi cabeza tras los arbustos, con los nervios mucho más potentes que antes.

Y ahí estaba yo: con siete años, traicionado por mi propio corazón, completamente rojo y escondido en un lugar donde probablemente habían muchos insectos.

Alcé mi cabeza de nuevo, divisando al castaño entrar al colegio.

Es tan inevitable no hacerle caso a lo que mi corazón grita.

Salí de los arbustos y me apresuré a seguir a James, tropezando con algunas personas y recibiendo miradas molestas de muchas otras.

No tuve que caminar mucho desde la puerta principal del colegio para encontrarme con James que al parecer se había caído, y miraba a un chico molesto.

—¿Por qué me pusiste el pie para que me cayera?— interrogó con el ceño fruncido.

El chico al que James le ponía toda su atención simplemente se encogió de hombros, sonriendo satisfecho— Porque quiero.

—James, ¿te hiciste daño?— me apresuré a preguntar, ofreciéndole mi mano.

Dirigió su mirada hacia mi, y en ese momento el dolor de estómago se convirtió en cosquillas agradables, como si tuviera mariposas viviendo dentro de mi panza.

Tomó mi mano, mirándome confundido y sorprendido gratamente a la vez.

Me había reconocido, lo sabía por la manera en la que su mirada había cambiado.

Habían pasado cuatro meses desde que no nos veíamos, pero para mí se sintió como una eternidad en la que no dejé de soñar y recordar sus brazos rodeandome.

Solo en el momento en que los susurros comenzaron me di cuenta de que seguíamos agarrados de la mano, él en el suelo y yo mirándolo con cara de tonto enamorado.

Porque básicamente eso he sido desde la momento en que lo conocí: un tonto por él.

Aparte la mirada avergonzado, evitando ver al castaño a los ojos.

Quería soltar su mano, pero algo me lo impedía.

Mi corazón me lo impedía.

Múltiples insultos presentados en murmullos, miradas molestas y caras disgustadas; eso es lo que dos niños agarrados de la mano provocaba en las personas.

Nunca me importó demasiado lo que las personas pensaran de mi con tal de tener a James a mi lado, pero parece que esa parte de mí simplemente cambió.

Solté su mano, soltando al mismo tiempo un pequeño pedazo de mi corazón que le perteneció desde que me conoció.

Sin importar que fueramos sólo unos bebés, él y yo nos queríamos.

Salí de ahí, abrumado por todas las miradas, y corrí hacia aquellos arbustos que me sirvieron de escondite hace unos minutos atrás.

Me senté en el suelo, sintiéndome muy triste, tanto que quería llorar, pero no iba a darle ese gusto a todas esas personas.

Tuve a el niño que más he querido en mis pocos años de vida frente a mi, de nuevo, y en vez de saludarlo, sonreírle y explicarle por qué dejé de ir al colegio de un día para el otro, me dejé llevar por todas esas miradas que nos juzgaban.

Mi abuela tenía razón, no estaba listo para volver al colegio.

No estaba listo para que me volvieran a tratar peor que a los demás por simplemente seguir a mi corazón.

Apoyé mi espalda en el tronco de un árbol y miré al cielo.

Quería volver a mi casa, quería volver el tiempo atrás a antes de que me secuestraran, antes de tener miedo de las personas, cuando solo vivía mi vida espontáneamente.

No se supone que un niño de siete años se sienta de esta manera.

Por el rabillo del ojo pude notar a una persona acercarse, así que cerré los ojos con fuerza, evitando más que nunca que una lágrima se atreviera a salir.

—Andrew...

Miré a aquella persona, y era James.

Mi mirada transmitía timidez e inseguridad, algo que nunca antes sentí estando a su alrededor.

Se sentó a mi lado, con su espalda también contra la corteza de ese viejo árbol.

Acercó su mano a la mía, y por un momento la alejé, pero luego se la di.

Nuestras manos se unieron, y con ellas, nuestros corazones.

—Hola, novio— lo saludé.

—Te extrañé mucho, pero la vida nos puso juntos de nuevo.

Y de esa manera, sin que me besara, abrazara o diera palabras de consuelo, encontré de nuevo mi tranquilidad, simplemente con la mano de aquel niño que quise desde un inicio tan inocentemente sobre la mía.

Meli.Where stories live. Discover now