Capítulo 15

1.7K 140 6
                                    

Un, dos, tres. Traga. Un, dos, tres. Traga. Un, dos, tres. Traga. Poco a poco, sus sentidos iban nublándose. Su garganta ya no quemaba como al principio y era capaz de beberse media botella de whisky sin siquiera pestañear. La única pega es que todavía necesitaba respirar. Pero eso también se podía arreglar.

Con pulso tembloroso, volvió a llenar el vaso de chupito de líquido ámbar antes de tragárselo de un solo golpe. El vasito se le resbaló de entre los dedos, pegajosos por la bebida que se le había derramado al no atinar, igual que la superficie metálica de la barra. Hacía rato que las luces estroboscópicas se habían apagado pero el pub seguía sumergido en un ambiente rojizo. La mirada borrosa de la detective no mejoraba el panorama. La gente comenzaba a abandonar el local, borrachas, metiéndose mano o simplemente solas tras una mala noche de caza. Y luego estaba ella, hundida en whisky en vez de estar celebrando el haber cerrado el caso.

"Podía oír el sonido de las voces de sus compañeros hablando, pero sonaban muy lejanas, como si estuvieran a kilómetros de distancia y no a menos de un metro de ella. Su mirada siguió la solitaria figura de Maura alejándose del coche de Korsak, las luces rojas y azules del techo iluminándola en los tramos en los que las pobres bombillas amarillentas del callejón no bastaban. Observó con desasosiego cómo la forense alzaba un brazo y en pocos segundos un taxi se acercaba a ella mientras frenaba. Sin una última mirada, ni siquiera un momento de duda, la rubia entró en el vehículo y desapareció de allí.

- ...Cinco minutos a dejarle/la en la comisaria y nos vamos al Dirty Robber a celebrar que hemos cogido a ese/a cabrón/a – estaba diciendo el mayor de los detectives.

- No voy a ser yo quien te pare. Tengo antojo de una de esas hamburguesas que no te cabe en la boca de lo grande que es.

- ¿Qué eres, una embarazada? – dijo Korsak para pincharle.

- Pues quizá, pero seré una embarazada satisfecha – rio el joven sin dejar que le amargaran la noche. - ¿Qué dices tú, Jane? ¿Te apuntas? – Los ojos marrones de Frost estaban llenos de emoción y la detective se odió un poco más a sí misma por tener que decepcionarle. Una vez más.

- No, yo me voy a casa. Estoy cansada – mintió.

Bueno, tampoco era una mentira. Prácticamente iban a hacer 72 horas que llevaba despierta, ni siquiera comprendía cómo era capaz de hablar y actuar como si nada pasara. Pero lo que le había dejado sin energía alguna había sido el gesto dolido de Maura. La forense se había apuntado a aquella misión con la certeza de que, pasara lo que pasara, iba a salir intacta gracias a ella. Confiaba en ella. Y ahora debía remarcar el verbo en pasado porque esa confianza se había..."

Evaporado. Tan rápido como el contenido de su vaso e igual de silenciosamente. Con una mueca, volvió a llenarlo. ¿Por qué no podía ser la vida tan fácil como emborracharse? Le pides una botella a la camarera de alegría y, cada vez que sientes que esta te falla, rellenas el vaso y lo tragas de un solo golpe. Igual con la confianza. Oh, Jane daría todos sus órganos por algo así.

Pero se reservaría la botella de la decepción y tiraría todo su contenido por el váter. Se había convertido en un sentimiento que impregnaba su día a día: cada vez que no podía más y huía, lo veía reflejado en los ojos de sus compañeros, de sus amigos. Cada vez que evitaba a su familia, lo notaba en la voz de su madre al decirle "está bien, Janie, no pasa nada." Pero sí pasaba. Odiaba tener que admitirlo pero era verdad. Poco a poco iba haciendo más profundo el foso que la separaba del mundo real, más alta la muralla que había construido a su alrededor.

Un, dos, tres. Traga. Carraspeó para satisfacer su curiosidad morbosa. Sentía la garganta tan adormilada por el calor del alcohol que estaba segura de que no notaría nada que se deslizara por ella. Para probar su teoría, se tambaleó de un taburete a otro y cogió uno de los platos de cacahuetes de la barra. Arrastrándolo hasta donde la botella casi vacía de whisky descansaba y un chupito ya lleno susurraba su nombre, cogió un puñado de frutos secos y los masticó brevemente para luego tragarlos. Lo dicho. No sentía absolutamente nada.

The Yin to my YangDonde viven las historias. Descúbrelo ahora