Capítulo 26

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La ligera conversación que habían mantenido entre las tres mientras las tortitas y las tiras de beicon iban desapareciendo de los platos se vio interrumpida por el timbre de un teléfono. Jane y Maura se miraron, los ceños fruncidos, Angela centró su atención en ambas amigas intermitentemente.

- ¿De quién es? – preguntó.

La detective se encogió de hombros y la rubia saltó de su taburete, corriendo sobre el suelo descalza para contestar a la llamada antes de que esta se cortara.

- Isles – saludó con su voz de profesional.

- Doctora Isles, buenos días – contestó el Teniente al otro lado de la línea. – ¿Cómo se encuentra?

- Mucho mejor, señor, gracias – dijo Maura mientras le indicaba a Jane que era Cavanaugh sin emitir sonido alguno. La morena casi se atraganta con el café que estaba bebiendo en ese momento y corrió hasta pegar su oreja contra el otro lado del iPhone de la forense en un intento de escuchar la conversación. La rubia tuvo que aguantar la risa y le clavó un codo en las costillas para que se alejara y así poder poner el altavoz.

- Imagino que Rizzoli está contigo.

- Sí – contestaron Jane y Angela a la vez. La detective le lanzó una mirada fulminante a su madre, quien se llevó una mano a la boca a modo de disculpa.

- Oh, erm, hola a ti también, Angela – saludó Cavanaugh claramente desconcertado.

- Yo ya me iba, de todos modos – se excusó la italiana bajando de su taburete y despidiéndose silenciosamente de las chicas antes de desaparecer por la puerta trasera.

- ¿Ocurre algo, señor? – preguntó Jane una vez estuvieron solas.

- Nada de lo que debáis preocuparos, solo quería saber cuándo podríais acercaros a la comisaria a prestar declaración. Tenemos las notas de lo que apuntaron los patrulla anoche pero hay ciertos aspectos que no están nada claros.

La morena miró a Maura con preocupación. A ella no le suponía problema alguno ir en ese mismo momento a la comisaria y contar otra vez lo que había ocurrido pero para la forense eso significaba revivir otra vez el momento en el que casi la habían matado. No estaba segura de si la rubia estaría preparada. Maura cogió aire profunda y lentamente.

- Podemos ir esta misma tarde – aceptó.

Jane arqueó las cejas en una pregunta silenciosa que fue contestada por un asentimiento decidido por parte de la forense.

- ¿Estáis seguras? No corre prisa, Maura, puedes tomarte unos días más – repuso el Teniente sorprendiendo a ambas mujeres con su trato tan cercano.

- No, cuanto antes declare, antes me libro de esto.

- Está bien, pues. Pasaos en cualquier momento de esta tarde y venid directamente a mi despacho.

- Así lo haremos, señor – afirmó Jane.

La forense colgó y dejó el móvil sobre la mesa del centro de su salón con un ligero temblor de manos. Era casi imperceptible pero la morena vio que estaba más pálida que antes.

- Hey, ¿estás bien? – inquirió con voz suave.

Maura asintió aunque buscó el refugio que le proporcionaban los fuertes brazos de la detective alrededor de su cuerpo. Enterró la nariz en el hueco del cuello de Jane, aspirando su aroma a lavanda y sudor. Sintió las ligeras manos de la morena acariciando sus rizos para calmarla. Cuando se separaron, Jane no la dejó ir muy lejos, atrapó su rostro suavemente y depositó un delicado beso sobre sus labios. Con los ojos cerrados, ambas se dejaron llevar por la ternura del momento, dejando que sus manos vagaran por el cuerpo de la otra con la única intención de transmitir apoyo, no el deseo que había predominado en sus anteriores roces.

The Yin to my YangWhere stories live. Discover now