Capítulo 19

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Inspira. Expira. Inspira. Expira. Inspira. Exp... El coche dio un giro pronunciado y Maura se vio propulsada contra la pared metálica del maletero. Fue capaz de frenar el golpe con las manos pero no contó con el cuerpo inconsciente de Jane rodando hacia ella. Su peso le hizo expulsar todo el aire que tenía almacenado en los pulmones bruscamente. Gruñó y uso la superficie sólida de la pared para empujar a la detective de nuevo sobre su espalda. Se giró hacia ella y comprobó su pulso por quincuagésima vez desde que las habían capturado. La lenta pero firme palpitación bajo sus dedos la tranquilizó lo suficiente como para cerrar los ojos y volver a sus intentos de calmarse.

No sabría decir cuánto tiempo habría pasado en la oscuridad hasta que un gemido quedo hizo que se incorporara con rapidez, olvidándose de dónde estaba atrapada. Su cabeza chocó contra el techo metálico con un sonoro gong y se frotó la zona de la frente que se había llevado el golpe para aliviar un poco el dolor.

- ¿Qu...? – Jane carraspeó, su garganta seca y rasposa. - ¿Qué ha pasado? – inquirió con confusión. - ¿Dónde estamos?

La morena miró a su alrededor pero solo veía negrura. Estaba recostada sobre una superficie dura y con la textura de una alfombra, su brazo izquierdo aplastado entre su cuerpo y una pared, y todo su costado derecho en contacto con Maura. Se llevó ambas manos a la cabeza en un intento de calmar la sensación de tener tambores africanos siendo aporreados dentro de ella. Frunció el ceño mientras trataba de recordar qué había pasado, sabiendo que era grave.

- No te asustes, ¿vale? – pidió la forense tanteando en busca de su mano. Encontró una pierna y le dio un suave apretón en el muslo. – Nos han secuestrado y estamos en el maletero de un coche.

Los recuerdos vinieron a Jane con la fuerza de un tsunami. Reposó el antebrazo en su frente y cerró los ojos para sobreponerse al mareo.

- Mierda – masculló. - ¿Te han hecho daño? – su voz transmitía urgencia y preocupación.

- No, estoy bien – la tranquilizó la rubia con otro apretón.

- Tendrías que haber corrido.

- ¿Y dejarte ahí? Jamás. – Le dio más fuerza a su respuesta negando con la cabeza.

La morena tragó saliva para tranquilizar al atleta de su corazón que se había lanzado a correr los cien metros lisos. El coche cogió otra curva y ambas amigas chocaron la una contra la otra antes de poder estabilizarse sobre sus espaldas.

- ¿Sabes a dónde estamos yendo? – inquirió Jane, maquinando ya una forma de escapar.

- No, solo que está lejos y hay muchas curvas.

Pasaron más minutos en silencio. La detective afinó el oído al máximo, tratando de captar los restos de alguna conversación entre los ocupantes del vehículo pero, o bien estaban callados, o no era posible escuchar nada. Céntrate, Rizzoli. Busca una manera de salir de aquí.

- ¿Has visto de qué marca es el coche?

- Un sedán, estaba demasiado oscuro – se disculpó la forense.

- Cuando yo era pequeña – comenzó a contar Jane mientras palpaba con sus manos la pared y el techo que tenía cerca. – mis hermanos y yo teníamos una especie de juego que consistía en encerrarnos en el maletero del viejo Peugeot de mis padres y cronometrarnos para ver cuánto tardábamos en salir. Normalmente... - se quedó unos segundos callada al encontrar un bulto. – Normalmente, los turismos tienen un manillar que permite abrirlo desde dentro, así que si solo pudiera encontrarlo...

Sus dedos palparon lo que parecía un plástico rectangular de bordes redondeados y liso. Tropezó con una pieza móvil y la empujó con un suave chasquido. Una luz amarillenta iluminó el interior del maletero para sorpresa de la forense. El primer impulso de la detective fue comprobar que Maura estaba bien.

The Yin to my YangDonde viven las historias. Descúbrelo ahora