Capítulo 17

1.5K 114 0
                                    

Un breve golpeteo con los nudillos en la puerta bastó. Un seco "adelante" contestó a la llamada. Jane apoyó brevemente la frente en la superficie de madera, cogiendo aire con lentitud para calmar sus nervios, la mano crispada alrededor del manillar. Sin querer demorarse más para no enfadar al teniente, abrió la puerta del despacho de su jefe y la cerró tras ella sin poder quitarse de encima la sensación de que acababa de entrar voluntariamente en la jaula de los leones y llevando un vestido de carne a lo Lady Gaga.

Cálmate, Rizzoli, se reprendió a sí misma. Juntó ambas manos al frente para evitar que se movieran nerviosamente y la delataran. Sin poder evitarlo, cambió el peso de un pie a otro, todavía de pie frente a la mesa de Cavanaugh. ¿Pensaba ignorarla mucho tiempo más? Porque no se veía capaz de aguantarlo. Podía sentir el peso de una broma en su lengua, y estaba luchando con todas sus fuerzas para no dejarla escapar porque no iba a poner a su favor a su superior. Volvió a coger aire lo más silenciosamente que pudo y lo expulsó del mismo modo, siguiendo las indicaciones que, tiempo atrás, le había dado su terapeuta. Se suponía que debía de usarlas cuando se sintiera al borde de un ataque de ansiedad.

- Siéntate – ordenó con brusquedad Cavanaugh, todavía sin mirarla.

- Prefiero quedarme de pie, señor, si no le importa – contestó Jane sintiendo la garganta más seca que un desierto.

El teniente suspiró por toda respuesta y dejó caer el bolígrafo sobre los informes que tan devotamente había estado rellenando. No podía evitar más el tema. Se presionó el puente de la nariz con dos dedos, cerrando los ojos brevemente y, al abrirlos y encontrarse con una mirada ansiosa por parte de la morena, volvió a suspirar.

- Rizzoli, ¿qué voy a hacer contigo? – preguntó el hombre, derrotado.

Jane apretó los labios hasta formar una fina línea para evitar un comentario jocoso. Era su mecanismo de defensa. Cuando un tema la incomodaba o estaba nerviosa, las bromas eran la única forma que conocía para volver a un terreno menos peligroso, un sitio que conocía y controlaba. Claro que, no todos se tomaban bien esa faceta suya.

- ¿Qué ha pasado antes?

- Seguro que ya se lo han contado con pelos y señales, señor – replicó Jane algo fríamente, pensando en un detective en concreto al que le habría faltado tiempo para saltar de su silla e informar a Cavanaugh. Cualquier cosa con tal de dejarla mal.

- Sí, pero aun así me gustaría oír tu versión de la historia.

- Estaba interrogando al... la sospechosa – se corrigió. – La presioné para que confesara y lo conseguí, pero también conseguí que quisiera devolverme el golpe. Dijo un par de cosas nada respetuosas sobre una compañera de trabajo y salté. Frost y Korsak estaban observándome desde la sala contigua así que intervinieron antes de que pasara algo. Eso es todo.

- Lo dices como si no fuera gran cosa, Rizzoli, pero por líos menores he visto a buenos agentes suspendidos – comentó Cavanaugh señalando la placa que colgaba de la cadera de la detective.

Jane llevó una mano al cinturón de manera inconsciente, como si así fuera a evitar que le quitaran el arma y la mandaran a casa unas semanas para reflexionar sobre lo que había hecho.

- ¿Qué compañera? – Aquella pregunta soltada así como así desconcertó a la detective, quien tardó un rato en contestar.

- La Dra. Isles, señor.

- A la que Stone conocía porque fue a una misión contigo. ¿Me equivoco? – preguntó Cavanaugh arqueando las cejas.

- No.

- ¿En qué momento te pareció una buena idea llevar a una forense de encubierto? Si hubiera llegado a pasarle algo, se nos habría caído el pelo.

The Yin to my YangWhere stories live. Discover now