Capítulo #3

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- NO JODAS JOEL PIMIENTO

- Es Joel Pimentel

- Joel, Dylan, Pascuasio da igual. ¿Qué quieres? -digo ya irritada.

-Bájale a tu pedo morra. -hizo un movimiento en forma que me relajara.-- ¿Acaso no te puedo saludar?-trato de acercarse pero me aparte, me daba asco estaba todo sudado.

-Aléjate, me das asco. Estas todo sudado. --gruñí.

-Tu no estas sudada y me das asco.

Abrí la boca indignada por lo que acaba de decir y le di un golpe en el hombro.

-Eres un...un...- no pude formular palabra alguna. No hallaba la palabra correcta para describirlo en una sola palabra.

-Un Dios Griego. --terminó la palabra por mí, pero era obvio que yo no iba a decir eso.

-No digas mamadas.

-Come tierra.-dijo el infantilmente.

-Vete a la verga.-me doy la vuelta para irme pero detiene tomándome del brazo.

-Tú no vas a ningún lado.--su agarre se hizo más fuerte.

-Me duele.--empecé a forcejear.

-Me vale tres hectáreas de verga si te duele o no. Tú vienes conmigo, así que camina. --dice y me lleva a un lugar que ni siquiera yo conocía.

- ¿Dónde estamos?--pregunte.

- ¿Qué no conoces tu instituto?

-Sí, pero nunca había venido aquí. --me escogí de hombros.

-Creo que estamos atrás de las canchas.

Miro bien y pude darme cuenta de  que era verdad lo que decía. Algunos chicos estaban besándose a escondidas detrás de las canchas.

-Esos podríamos ser tú y yo. --dice y lo miro horrorizada. Él sonríe. --pero luego miro tu cara y se me pasa la idea.

- ¿Y si te vas a la verga?

- Lamentablemente no sé donde queda tu casa.

Lo mire mal. Era insoportable, lo quería matar yo misma.

-Vez esto. --saco una cuerda.

- ¿Te vas a ahorcar? Mira ese árbol es el más grande si quieres te ayudo a subir. --propuse.

-Qué culera. --negó--No pendeja no me voy a suicidar.

-Lástima porqué si cambias de idea yo estoy dispuesta a ayud...

No pude terminar porqué el tomo mis muñecas y las empezó a atar a un poste. Lo mire confundida. ¿Por qué hacía eso?

-Pero que...

-Te quedarás aquí.

- ¿¡Tienes mierda en el puto cerebro o que te pasa!? --se despidió con la mano y empezó a alejar dejándome sola y atada.

Los idiotas y calenturientos que se estaban comiendo atrás de las canchas no me veían. Escuche el timbre y mi nerviosismo empezó a crecer. Me había dejado aquí sola y amarrada cómo puerco.

Joel Pimiento Where stories live. Discover now