Capítulo 51

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[___________Gómez. ]

Caminamos por todo el bosque, no sabía exactamente dónde nos encontrábamos. 

No había señal, tenía calor y hambre. 

Si alguien me hablaba lo mataría y me lo comería. 

—Caminen por aquí. —grito el profesor. 

— ¿Profe falta mucho? —preguntó alguien.

—No, ya mero llegamos a las cascadas. —respondió. 

— ¿Sabes dónde estamos? —le pregunté a Abiel. 

—Sepa la bola. —se encogió de hombros. 

Odiaba esto. 

Después de caminar tanto al fin habíamos llegado a las famosas cascadas. Eran bonitas la verdad, pero no podíamos meternos. 

—Pueden tomar fotos chicos. —dijo el profesor.

Saqué mi nokia, tal vez no iba a tomar las mejores fotos pero algo era algo. 

Me acerqué más a las cascadas para tomar más de cerca las fotos pero en un descuidó me tropecé y caí al agua. Pero antes de eso había aventado mi celular a la tierra, era indestructible pero no sabía si funcionaria bajo el agua.

Subí a la superficie púes no estaba hondo. 

— ¿Estas bien __________? —me preguntó el profesor corriendo hacia mí. 

—Si. —grite.

Mi ropa estaba muy mojada y podía transparentarse. Maldita la hora en qué no me traje más. 

Volví a sumergirme en el agua. 

— ¿Qué ocurre? —preguntó el profesor. 

—Mi ropa se transparenta. —dije. 

— ¿Y? 

— ¿Nadie más trae? —pregunté. 

— ¿¡ALGUIEN MÁS TRAE ROPA DE REPUESTO!? —grito el profesor. 

—Yo traigo. —dijo una voz qué reconocería a kilómetros.

Joel. 

— ¿Alguien más? —pregunté. 

Nadie respondía. Maldita sea. 

— ¿La quieres o no? —me preguntó Joel. 

Bufé molesta y salí corriendo hacía el. 

Se quito una chaqueta qué traía y me la entrego para qué me tapara. 

—En unos minutos vuelvo. —le dijo Joel a Petra y está me miro molesta.

—No te vallas a querer pasar de puta e prietita. —me dijo petra. 

—Puta, prietita la tienes werita. —dije molesta. 

Joel tomó su mochila y me agarró de las muñecas para qué empezáramos a caminar un poco poco más apartados de todos.

Cuándo estábamos lo suficientemente lejos hablé. 

— ¿Puedes darme la ropa? —pedí. 

Joel sacó una playera de su mochila, después otra chamarra y me las entrego.

¿Porqué mierda traía chamarras si hacia chingos de calor?

— ¿Y pantalón? —le pregunté. 

—No traigo. —me dedicó una mirada de disculpa. —Pero la playera te quedara grande, puede abarcar todo. Aparte te prestare esta chamarra para qué te la pongas enzima. —dijo. 

Realmente aceptar esto se me era difícil, después de todo, darle las gracias era difícil. Pero tendría que perder mi orgullo. 

—Gracias. —le dije. 

El sólo se encogió de hombros. 

—Ya te puedes ir. —dije.

—Pero puede venir un osos y comerte, no queremos qué eso pase. —dijo. 

—Aja, si claro. 

—Tienes razón, tu yo sabemos qué ese oso no es el qué tiene ganas de comerme. —se acercó a mí. 

Me aleje dando pasos hacía atrás. 

—Estaré por hay. —señalo un árbol. —Me giraré y tú te cambiarás. 

Se alejó de mi y caminó hacía el árbol. 

Cuándo vi qué Joel no miraba comencé a quitarme la chamarra qué llevaba puesta, después la blusa y mis jeans quedando sólo en ropa interior.

Tomé la playera de Joel y me la coloqué rápidamente. 

El tenía razón, me quedaba sumamente grande. 

Agarré la chamarra de Joel y me la puse por encima. 

Miré al frente para llevarme la sorpresa de qué Joel estaba mirando. Maldito. 

—Hijo de puta. —le dije enojada. 

—Bonitas piernas doradas morenita. —dijo coqueto. 

Comencé a sonrojarme, no me gustaba cuándo causaba éste efecto en mi.

—Idiota pervertido. 

Se acercó más a mí. 

—Y qué decir de tus pechos. —se lambió los labios. —Redondos, medianos y bonitos, mis favoritos. 

Faking, no me jodas Joel Pimentel.
No ahora por favor. 

Me giré para salir corriendo, no quería estar cerca de el. Estaba muy nerviosa, roja y caliente. 

— ¡___________ Espera! —me gritó Joel. 

Lo ignore y seguí corriendo.
Nada se me era familiar, nunca había pasado por este lugar.
Creó que estaba perdida. 

Una mano tocó mi hombro haciendo qué me sobresaltara.

—No vuelvas a hacer eso morenita. —dijo Joel. 

—Me asustaste. —le dije tocándome el pecho. 

— ¿Dónde estamos? —me preguntó. 

—No lo sé. —respondí. 

— ¿Estamos perdidos? —me preguntó. 

—Al parecer si.—dije. 

—Bueno, supongo qué pasaremos un largo tiempo juntos. —me dedicó su mejor sonrisa. 

Al parecer si.
 Estábamos perdidos, el, yo, los dos, sólos, juntos, en un bosque. ¿Esto podía ser peor?

Joel Pimiento Donde viven las historias. Descúbrelo ahora