Tres

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Habían pasado exactamente dos semanas y media desde que Seungcheol se había encontrado con aquella criatura, y si, era un ángel; se había dado el tiempo —o la flojera— de conocer al chico, obviando que, habían cosas que no entendía y eran extrañas para él, y por supuesto, muchas cosas que Jeonghan no entendía ni conocía, era algo estresante pero al final del día no se quedaba hasta hartas horas de la noche indagando sobre la existencia del ángel, simplemente lo dejaba así; y no sabía el porqué. Aun que lo negara, la presencia del muchacho era agradable, era risueño y simpático, inocente y bonito: eso sí que no lo podía negar, demonios, el chico era realmente bonito.

Supo que, fue enviado para cuidar a Seungcheol y que el pobre no sabía cómo llegar, le habían dado unas raras indicaciones y bueno, terminó por cansarse y dormirse en el sofá de Seungcheol. También explico que había muchos ángeles como él, y supuso que no eran tan bonitos como Jeonghan. Es un ángel solitario, no tiene más amigos ángeles y solo habla con los demás por trabajo u obligatoriamente. Y bueno, lo demás es información básica, como que mide un metro con setenta y dos centímetros, no le gusta mucho los dulces, le gusta el color negro y ama las papas fritas que esconde Seungcheol en los cajones de su habitación.

— ¿Qué estás haciendo?

Jeonghan se asomó por la puerta de la habitación de Seungcheol observando con curiosidad como este ordenaba el armario y los cajones con tranquilidad.

—Ordeno mi habitación.

Si bien era cierto que Seungcheol era algo serio y frio con el chico, púes era normal suponía, aun no estaba acostumbrado a tener un ser que provenía del cielo, tampoco a tener un alma más en su casa, siempre era Seungcheol y su respiración, tampoco estaba acostumbrado a tener que limpiar todas las migajas y envolturas de papas fritas regadas por los pisos de su habitación, cocina y sala de estar.

Su casa ahora no era silenciosa como a él le gustaba, todo lo contrario, el más bajo reía, gritaba, lloraba, bailaba y cantaba todos los días.

La tranquilidad se había esfumado de su vida.

— ¡Yo también quiero aprender a hacerlo! —acto seguido, el ángel corrió cerca de Seungcheol observando con sus ojos brillosos cada acción del adverso.

Jeonghan con sus pálidas manos tomó un retrato de un paisaje muy bien pintado por algún pintor famoso, lo limpió con un trapo que había en el escritorio, y finalmente se cayó de sus manos.

Seungcheol volteó a mirarlo con el ceño fruncido; se había enfadado.

El sol estaba bajando, dándole a la casa un bello color atardecido; como anaranjado.
Jeonghan veía su típico dibujo animado sentado como indio en el sillón, mientras que Seungcheol preparaba un café bien cargado. Estaba absorto en sus pensamientos, sabía que no podía dar aviso sobre la existencia de Jeonghan a la policía, quien sabe que le harían al pobre chico, tampoco podía dejarlo salir, es decir, ¿Qué pasaría si el chico hacia ver sus alas en medio de la calle? No quería ni pensarlo.

Seungcheol tomaba de su café mientras miraba a Jeonghan de la cocina, aún no sabía qué hacer con el chico. Jun, quien sabía ya de la situación luego de varias suplicas; no ayudaba mucho, a ambos no se les ocurría nada para desaparecer al ángel, sí, sonaba cruel, pero ya no podía estar teniéndolo junto a él.

Y no le importaba que cada vez se estuviera encariñando más con Jeonghan.

Caminó hasta sentarse a un lado de Jeonghan manteniendo una distancia prudente, y dejo el café en la mesa de centro.

—Me dirás, ¿cuándo volverás allá arriba?

Jeonghan volteó a mirarlo.

—Te dije que no puedo irme, tengo que protegerte —una vez más, no sabía por qué decía aquello— Me iré en unos meses, solo tengo que cuidarte.

Seungcheol suspiró mirando al chico con irritación.

—Escucha, —hizo una pequeña pausa, y continuó— soy bastante grande para cuidarme solo, ¿no crees? –Jeonghan asintió— Tú, perteneces allá arriba, no aquí.

—Me iré el cuatro de octubre.

—El cuatro de… espera ¿Qué? —Seungcheol suspiró con pesadez, pasando sus manos por su cabello con estrés— ¡Faltan 8 meses para eso!

Revisó su calendario del celular —Marzo 04—

Jeonghan levantó sus hombros mirando a Seungcheol con una sonrisa.

— ¡Si, estaremos más tiempo juntos!

—Sí, genial. —Claro sarcasmo; bufó con fastidio y dejo que su cabeza reposará con la cabecera del sofá.

Por supuesto que no era genial, era horrible, un escándalo.

Se levantó de mala gana del sofá y miró a Jeonghan con frialdad, realmente se estaba irritando bastante. Jeonghan lo miraba con una pequeña sonrisa.

—Me iré el cuatro de octubre —repitió— regresaré al cielo luego de haberte protegido completamente; esa es mi misión.

—Demonios —gruñó Seungcheol pasando por décima vez sus manos en su cabello azabache— ¿No puedes irte ahora?

Jeonghan negó.

— ¿Y qué haré contigo?

Jeonghan alzó sus hombros.

—Me iré en la madrugada, para que despiertes y puedas despedirte —sonrió— pero, ¡falta mucho para eso!

Y Seungcheol odiaba pensar que aún faltaba mucho tiempo para eso.

—Oh.

Salió de sus pensamientos y miró al ángel. Había derramado su café sobre la alfombra.

La noche era bonita, Jeonghan lo sabía; miraba a través de la ventana con emoción y tranquilidad.

Seungcheol le había dicho que debía esperar sin salir de casa pacientemente; no sabía a donde había ido.

Le gustaba estar en aquella casa, había descubierto cosas misteriosas a su vista que le habían disgustado y gustado, como por ejemplo: no podía dejar de sacar las papas fritas del cajón de Seungcheol y comérselas todas en pocos minutos; le gustaba el olor del shampoo de Seungcheol y amaba usarlo él también. En cambio, no le gustaban aquellas donas repletas de cosas dulces encima; ni tampoco el jugo de piña.

Caminó hacia la habitación de Seungcheol y miró la colchoneta a un lado de la cama del dueño; ahí dormía y se sentía cómodo y a gusto, más si estaba cerca del chico serio.

Aun sabiendo que era una molestia para él.

Tengo Un Ángel En Casa / JeongcheolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora