Dieciocho

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Seungcheol había estado trabajando en un supermercado como empaque de alimentos, así tenía un poco de dinero para seguir viviendo decente y además, podría comprar todas las papas fritas que Jeonghan quisiera.

Y si, llevaba todas las veces posibles a Jeonghan al lugar en donde trabajaba; lo dejaba sentado en una pequeña banca que estaba cerca del lugar en donde realizaba sus empaques.

Claro que, de vez en cuando observaba a Jeonghan y realizaba miradas de advertencia a quienes que se les acercara al ángel con intenciones que Seungcheol conocía de sus compañeros de trabajo.

No podía evitar sentir cierta ternura cada vez que volteaba para ver a Jeonghan y encontrarse con el bonito ángel ya mirándolo con curiosidad en lo que realizaba en su trabajo.

Seungcheol se sentía contento, tener a Jeonghan a su lado lo ponía de muy buen humor y su propina aumentaba gracias a eso.

El reloj marcó las nueve en punto de la noche y ambos chicos caminaban por las estrechas calles de la ciudad con sus abrigos y una pequeña bolsa del supermercado repleta de chucherías.

— ¿Te divertiste hoy? —preguntó Seungcheol mirando a Jeonghan con una sonrisa tierna. Aunque, estar sentado en una banca mirando como Seungcheol trabaja no es del todo divertido.

Jeonghan asintió mientras que miraba la bolsa con anhelo.

— ¿Qué? —miró la bolsa que tenía en su mano derecha y rió. — ¿no puedes esperar?

— ¡Por favor, esta vez no hice tantas preguntas en tu trabajo! —Exclamó Jeonghan con una gran sonrisa.

Seungcheol puso sus ojos en blanco y de la bolsa sacó una bolsa de papas fritas con sabor a pizza; las favoritas de Jeonghan.

Comenzó a llover a mitad del camino directo a casa, no tenían paraguas y Jeonghan estaba demasiado contento comiendo sus papas fritas.

Seungcheol se acercó aún más al ángel intentando protegerlo de la lluvia.

—Jeonghan —llamó Seungcheol estando ambos chicos fuera del hogar— espera un momento —buscó las llaves de la vivienda.

Jeonghan al sentir pequeñas gotas de agua mojando su rostro le prestó atención a Seungcheol, el más alto estaba muy mojado y en los hombros de Jeonghan, se encontraba la chaqueta de Seungcheol.

No se había dado cuenta de ese detalle por parte del joven. Sus ojos no se despegaron de Seungcheol mientras este introducía la llave en la cerradura de la puerta.

Lo había protegido.

Ambos entraron a la morada y los ojos de Jeonghan estaban levemente llorosos.

—Mierda —susurró Seungcheol una vez que abrió el refrigerador— olvidé comprar leche y no saldré de nuevo con toda esta lluvia —rió— por cierto, Jeonghan, tengo que ir a secarme.

Seungcheol volteó.

— ¿Qué pasa?

El ángel se acercó a Seungcheol y lo rodeó con sus delgados brazos formando un cálido —y mojado— abrazo.

Seungcheol sonrió y acarició la cabeza del ángel con ternura. Se sentía realmente bien tenerlo de esa manera y quería tenerlo de muchas otras formas, quería protegerlo, aunque tenía muy claro de que esto último era al revés.

Jeonghan se separó sutilmente de Seungcheol y lo miró con una pequeña sonrisa. Seungcheol no pudo evitar sentir lo atractivo que era el chico frente a él.

—Deberías secarte —mencionó Jeonghan acompañado de una risa.

Seungcheol se miró a sí mismo y subió las escaleras sin antes darle a Jeonghan un corto beso en los labios. Le encantaban.

El día terminó demasiado rápido, la noche fue agradable y aunque hiciera un poco de viento, era una muy buena excusa para que Jeonghan y Seungcheol estuvieran durmiendo en la misma cama. Abrazados fue como ambos despertaron.

— ¡Jeonghan! —Llamó Seungcheol desde la cocina— ¿quieres ayudarme?

— ¡Ya voy!

El bonito ángel caminó hacia la cocina encontrándose con los musculosos brazos de Seungcheol a la vista, eran sensuales y no podía dejar de mirarlos de reojo.

—Por ahí hay más papas fritas —señaló una despensa blanca.

Jeonghan reaccionó a los segundos después, abrió la despensa y torpemente, golpeó su frente con ella.

— ¡Ay! —Exclamó Jeonghan con dolor mientras que se frotaba la zona golpeada.

Seungcheol rió. Se había dado cuenta de las miradas que Jeonghan le regalaba, le hacía sentir excitado.

— ¡No te rías! —lloriqueó Jeonghan.

— ¿Por qué no? —Preguntó el más alto— ¿seguirás mirándome así?

El rostro de Jeonghan era todo un poema, estaba colorado y eso incluía su aureola, la cual apareció de repente por la vergüenza que había sentido el ángel.

Seungcheol se carcajeó.

—Ven acá.

Y sin aviso, jaló a Jeonghan hacia su firme pecho y acarició las caderas del chico. Era una escena bastante bonita y también —por decirlo de alguna manera—, sensual.

Aún así, Seungcheol jamás pensó que sentiría tanto miedo por cada pequeño dolor que Jeonghan sentía.

—Septiembre 15—

Tengo Un Ángel En Casa / JeongcheolWhere stories live. Discover now