Ocho

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Seungcheol se encontraba mirando los productos en oferta del supermercado, estaba indeciso, no sabía si llevarle a Jeonghan papas fritas con sabor a queso o las originales; era un gran problema.

Si algo había que describir de Seungcheol, era que también, era un joven indeciso que se quedaba pensando hasta veinte minutos la decisión correcta a elegir.

Bien era cierto que Jeonghan se había adueñado poco a poco de su vida, bueno, más de lo que era antes. Seungcheol ahora iba al supermercado especialmente a buscar aquellas bolsas de chucherías que a Jeonghan muy pronto se le acababan. Ahora el ángel tenía una pequeña cama al lado del lugar de descanso del más alto, que por cierto, le encantaba. Era alguien agradecido.

Seungcheol caminó con las bolsas del supermercado repletas de la comida de Jeonghan. El cielo estaba gris y creía que, muy pronto comenzaría a llover.

Se detuvo al pasar por al lado de una elegante joyería con sortijas de diferentes tamaños y diseños. Muy bonitas.

Miró cada una de las joyas a través de la vitrina frente a sus ojos; una cadena con una pequeña ala que colgaba elegantemente. Era de plata.

—Es como la de Jeonghan —rió bajo y entró a la tienda.

El reloj apuntaba el número seis, el sol estaba bajando lentamente invitando a la luna para asomarse por los cielos. Seungcheol ya había llegado a su destino: su hogar. Se encontraba tomando una pequeña taza de café, esta vez, no tan cargado. Había comprado un montón de cosas que jamás hubiera comprado en toda su vida; desde esas chatarras que comía Jeonghan hasta aquella plata que dudaba en entregar.

El timbre sonó, y Jeonghan miraba con atención como el mayor se levantaba hacia la puerta.

— ¿Qué haces aquí? —gruñó de repente.

— ¡Primo, hermano! —Exclamó Jisoo con alegría, y sin permiso, entró al hogar dejando con confianza su bolso en el sofá— Pero como quería verte, ah, ¡estoy contento!

Jeonghan se levantó del sofá.

—Nos encontramos de nuevo, hermoso —sonrió— tengo un hermoso agasajo para ti.

— ¡Oye imbécil! —Llamó Seungcheol— vete de una vez, nadie te quiere.

Jisoo ignorando a su primo, pasó por al lado de él para husmear entre sus cosas dentro del bolso, y de este, hizo visión a una pequeña caja de madera de color dorado que llamó enseguida la atención del más alto.

Y como si fuera una bomba, saltó sobre su primo intentando quitarle la llamativa caja.

— ¡Dame eso, maldito!

— ¡Estás arruinando mi sorpresa, Seungcheol, hazte a un lado!

Jeonghan se encontraba mirándolos con una de sus cejas levemente levantada, confundido.

Después de tanto forcejeo de parte de Jisoo y de Seungcheol, la caja salió volando hacía una pared, estrellandose contra esta de manera fuerte, quebrándose en el acto. Se detuvieron, y ambos se miraron con un odio que el ángel no era capaz de sentir.

—No te preocupes, Jeonghan. Te traeré algo mejor. —y dicho esto, Jisoo se fue enojado.

Seungcheol miró a Jeonghan con vergüenza, podía sentir sus mejillas calientes y unas piernas que se arrodillaban frente a él.

—No quería que te diera un obsequio. —expresó con enfado.

— ¿Por qué no?

— ¡Porque yo iba a darte uno!

Jeonghan abrió sus ojos cuanto pudo. Se sintió conmovido.

Seungcheol introdujo su mano en el bolsillo izquierdo de su pantalón negro y al sacarlo, extendió su mano hacía el ángel, quien miraba la joya con sus ojos brillosos.

— ¿No debería haber comprado esto para Donghae? —pensó Seungcheol sin importancia.

— ¿Es para mí?

Seungcheol bufó.

— ¿Para quién más?

Jeonghan con gozo, tomo entre sus manos el regalo de Seungcheol. Admiró aquella ala que era simplemente hermosa. Sonrió hacia el más alto.

—Gracias.

—Sí, bueno —rascó su mejilla— no pienses que te tomé aprecio.

Seungcheol, luego de haberlo estado pensando todas las noches y mañanas, llegó a una conclusión, una que lo alarmaba pero lo calmaba porque al fin la sabía. Y era qué, la sonrisa del ángel lo tranquilizaba cada vez que llegaba a casa; cada carcajada que hacía que una diminuta sonrisa apareciera en sus labios —la cual intentaba esconder—. También le gustaba levantarse más temprano cada día para poder mirar a Jeonghan mientras este se encontraba en un profundo sueño; le gustaba admirar como comía con entusiasmo mientras miraba el televisor. No podía evitar sentirse feliz con Jeonghan. Un sentimiento que Seungcheol, ni con Donghae sentía.

—Mayo 18—

Tengo Un Ángel En Casa / JeongcheolWhere stories live. Discover now