Once

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Ya había anochecido y Seungcheol yacía acostado en su cama con sus brazos estirados a los lados de su cabeza. Estaba arrepentido de haber dejado a Jeonghan solo en el comedor luego de algo que el mismo hizo.

Sabía que lo mejor era volver con el ángel, pero no lograba calmarse; su corazón latía rápido, aún recordaba los suaves labios del chico sobre los suyos y con tan solo recordar la suavidad de la piel de sus brazos hacia que una corriente eléctrica se deslizara por todo su cuerpo. Algo que no estaba bien.

—Soy un idiota— susurró para sí mismo mientras que se sentaba en su cama.

Su cuerpo estaba levemente acalorado y podía sentir un leve sonrojo en sus mejillas.

Finalmente, se levantó de la cama y salió de la habitación rumbo al comedor.

Jeonghan aún permanecía sentado en la silla. Ambos se miraron sin decir nada. El ambiente era tenso.

—Entonces ¿qué soy para ti? —Preguntó Jeonghan, a lo que Seungcheol frunció el ceño.

Observó la cadena con un ala que le había regalado a Jeonghan, colgaba en su cuello con cuidado y combinaba con el chico. Que la llevara puesta le provocaba cierta ternura.

Nuevamente no dijo palabra alguna; caminó hacía el refrigerador del cual sacó una pequeña manzana para proceder a comerla sin mirar al ángel.

—Jeonghan —llamó Seungcheol dándole la espalda al adverso— olvida lo que sucedió.

El ángel lo miró sin decir nada. A veces no podía entender a Seungcheol, a pesar de ser un ángel, Jeonghan sabía muy bien que era inteligente y podía comprender algunas cosas de los humanos, pero comprender al más alto era difícil.

—No entiendo —Dijo Jeonghan con sus cejas fruncidas en señal de preocupación.

Seungcheol suspiró. Se acercó a Jeonghan y lo miró a los ojos.

—Lo que pasó fue una equivocación.

Jeonghan lo miró a los ojos, y luego de unos minutos sin pronunciar palabra alguna, dijo:

—Seungcheol —dijo— sé que soy una molestia para ti, también que no te gusta que me coma todas tus papas fritas —se detuvo un momento y prosiguió— pero aún que desees que me vaya no puedo irme tan pronto ¡Además las papas son bastante deliciosas!

Había provocado que dijera eso.

—Y aún que no quiera, siento muchas cosas dentro de mí, aun cuando los ángeles solo pueden sentir pocas emociones.

Y eso.

—Por eso lo siento, Seungcheol —el nombrado lo miró con sorpresa— lo siento por tener que quedarme contigo.

Jeonghan se levantó para quedar frente al más alto, mientras que este, miraba abajo con sus puños apretados, tan apretados, que sus nudillos estaban teñidos de color blanco.

No quería hacer que Jeonghan dijera esas palabras, no quería hacerlo sentir que todo era su culpa, culpa que debía y era suya; suya por haberlo besado, por hacer que se sintiera como un estorbo viviendo a su lado. Y aún que lo negara, a veces olvidaba que Jeonghan era un ángel, uno de verdad.

—También perdón por aquella vez que me comí el pastel que tenías como regalo para Jun —Seungcheol levantó su vista— pero estaba delicioso, no puedo arrepentirme. Oh, ¿Qué pasa?

El más alto se encontraba abrazando con firmeza al rubio, no quería soltarlo; aspiró el agradable aroma del cabello de Jeonghan y pronto, se encontraba con una mano acariciando su cabeza con ternura.

—No quería que te sintieras de esa manera —dijo sin apartarse del chico.

Jeonghan sonrió levemente.

—Joder—susurró Seungcheol cerrando sus ojos— ¿Qué me hiciste, Jeonghan?

¿Por qué ya no pensaba en Donghae, el amor de su vida? ¿Por qué en su mente solo estaba la linda sonrisa de Jeonghan?

Sabía que algo dentro de él había cambiado, púes, no acostumbraba a dar abrazos de esa manera: con ternura y protección. Antes no aguantaba ver su habitación con basura, y le reclamaba a Jun siempre que este dejaba chatarra en ella; más con Jeonghan, ponía los ojos en blanco y las recogía para luego hacerle recordar al chico que debía botar todos los envoltorios de papas fritas en la papelera.

—Solo unos meses más... Y todo volverá a como era antes —pronunció Jeonghan con suavidad.

Solo unos meses más.

Tengo Un Ángel En Casa / JeongcheolWhere stories live. Discover now