Veintiuno

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Habían pasado exactamente dos días desde que su alegre ángel se había marchado al lugar en donde pertenecía, y sin embargo, por más que trataba no podía dejar de recordarlo con incluso cosas insignificantes de su casa. Se sentía solo, aburrido, deprimido. Lo añoraba.

Se encontraba recostado sobre su cama mirando sobre su mano derecha la bonita cadena que colgaba hacía ya bastante tiempo en el cuello de Jeonghan. Podía escuchar muy levemente el bullicioso sonido de las envolturas de las papas fritas; los gritos de emoción del ángel y sobre todo: su nombre acompañada de aquella suave voz que lo hacía delirar.

También logró sentirse culpable, es decir, no había recordado la fecha, la fecha que pertenecía a la partida de Jeonghan; y es que, tampoco quería recordarlo, le partía el alma y no estaba exagerando para nada.

— ¿Cómo te encuentras? —Preguntó Jun desde el marco de la puerta. El chico había regresado luego del viaje a China junto a su novio para estar con su amigo, sabía la situación y no quería verlo así. — ¿Seungcheol?

—Estoy bien, solo... quiero que vuelva, ¿entiendes? —No lo miraba, su vista solo se enfocaba en aquella cadena.

—Lo sé pero... dime, ¿Qué podemos hacer?

Seungcheol calló, era cierto, no se podía hacer nada, y eso lo mataba por dentro.

Podía oler el suave aroma de Jeonghan aún en su cama.

— ¿Podrías dejarme solo? —Jun lo miró preocupado— estaré bien, solo necesito pensar.

Jun suspiró —Nunca te había visto así, ¿debería vestirme de mujer para intentar alegrarte como cuando éramos niños? —Ambos rieron— Solía usar la enorme ropa de mi mamá, ¿lo recuerdas?

—Claro que sí.

—Supongo que ahora está descansado, y burlándose de mi por haberme puesto su ropa cuando tenía nueve años. ¡Que idiota!

Ahora mismo se preguntaba si Jeonghan conocía a la mamá de Jun, una señora alegre pero también muy estricta, la quería como si fuera su madre, ya que también, luego del accidente de sus padres aquella mujer fue la que lo estuvo cuidando por algún tiempo.

Los días seguían pasando y con ellos los meses. Seungcheol continuaba con su trabajo de antes y su humor era regular, claro que, aún recordaba a Jeonghan sentado en aquel lugar; donde siempre lo esperaba al terminar su turno.

Caminaba lentamente por los pasillos del supermercado, antes había hablado con Jisoo para saber cómo iba todo, su relación había mejorado bastante y además, Jisoo estaba saliendo con Donghae, una relación un poco rara pero no dejaba de ser bonita.

Se detuvo en un pasillo y se adentró en el para observar los alimentos. Sentía un extraño sentimiento en el pecho y no tenía entendido que era.

Sin más, miró las bolsas de papas fritas, de muchos sabores, también la de sabor pizza. Sonrió con nostalgia y tomó diez para proceder a dejarlas sobre el carro del supermercado.

Ya teniendo todos sus alimentos en las bolsas, tomó un taxi y partió rumbo a su hogar, no entendía porqué había comprado tanta comida si ahora, estaba solo nuevamente.

Rascó su cuello impaciente de llegar a casa, teniendo cuidado de no romper la cadena con forma de ala.

Los ángeles caminaban con tranquilidad y con una pequeña sonrisa en sus labios, estaban felices de haber cumplido todas las misiones que el viejo Jihoon les había asignado.

— ¡Pero lo protegí perfectamente! —Se quejó un ángel de altura bastante llamativa.

— ¡Se rompió una pierna, Mingyu! — Jihoon pasó una de sus pequeñas manos por su frente y suspiró— Como sea, ve a descansar —Mingyu obedeció.

Mark abrió la enorme puerta y entró al blanco despacho de Jihoon con unas hojas en sus manos, y con las mismas, cubría su rostro.

— ¿Cómo esta Jeonghan? —Preguntó Jihoon a la vez que tomaba las hojas para examinarlas.

—No quiso comer el flan de chocolate que cocinó Samuel —alzó sus hombros y Jihoon suspiró— así que, ya sabe. También dice que quiere comer papas fritas, pero, nadie de aquí sabe cómo conseguirlas.

Jihoon asintió y continuó mirando las hojas con su ceño fruncido.

Finalmente, dejó las hojas sobre la mesa y miró a Mark decidido.

— ¿Quiere sus papas? —Caminó con firmeza hacía uno de los cajones y de ahí sacó unas enormes llaves de color café. Su vista fue hacia Mark y ambos miraron la puerta que se encontraba severamente cerrada con candado— ¡Pues tendrá sus papas!

Tengo Un Ángel En Casa / JeongcheolWhere stories live. Discover now