4. Un pastel a media noche

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Capítulo 4

Cameron

Estoy tratando de recordar por qué me mudé con mi hermana y su esposo, y considerando si de verdad vale la pena. En estos momentos, la idea de estar en casa, con mis padres, en una universidad mediocre, es muy tentadora.

Además de que no quería admitir que extrañaba la comida de mi madre. Alice cocinaba como si los ingredientes fuesen basura.

Sentía una tremenda nostalgia por abrazar a mi mamá, por más infantil que sonara, la extrañaba demasiado. Pero tanto ella como mi padre se preocupaban por mi educación y yo respetaba eso. Ellos me habían dado lo mejor y yo sólo podía intentar ser un buen hijo.

Por otro lado, escuchar a mi hermana reproducirse no estaba dentro de mis planes y no era para nada agradable. Supongo que fue mi culpa.

Gracias a que les dije a la pareja que no se preocuparan por mí, que no había ningún problema en que siguieran con su vida como si yo no estuviese ahí, estaba convirtiéndome en tío más pronto de lo esperado. Y con mi cuñado de viaje, tenía que conducir casi a media noche para traer un pastel de triple chocolate a mi hermana, de una cafetería que probablemente estuviera cerrada.

Me llevó menos de cinco minutos llegar a dicho establecimiento, y como era obvio, estaba cerrado, o al menos, eso era lo que se leía en el cartel de la puerta, porque adentro se puede ver claramente una fiesta. Con chicos y chicas charlando animadamente.

Según tenía entendido, era la inauguración de aquel lugar. Uno de los chicos se paró de su mesa seguido de una señorita, conversaron un poco, el negó algo a lo que ella le dijo y bajó las escaleras. Rogué para que él me notara, tuviera compasión, y me vendiera una rebanada de pastel. No quería conducir a alguna pastelería y demorarme más.

Pero tuve suerte.

Al parecer, la chica notó mi presencia y bajó las escaleras. Corría como si fuera una niña pequeña dando pequeños brinquitos, todo lo contrario a la mujer detrás de ella preparando cafés, sin embargo la hacía verse muy dulce. A medida que se acercaba, me di cuenta de lo bonita que era. Su cabello pelirrojo se movía al ritmo de sus pasos y sus labios rosados le daban un toque precioso. Se detuvo, quitó el seguro, abrió un poco la puerta, dejando solamente la mitad de su cuerpo dentro y la mitad fuera. Me sonrió un poco avergonzada.

‒Estamos cerrados, lo siento. ‒Asentí, incapaz de articular palabra. No sabía qué decir o hacer y me dije mentalmente que hubiera sido mejor que el chico me notara. Otra parte de mí, me decía que era un idiota, que la chica era la mejor opción. ¿Cómo una chica bonita no puede serlo?

‒Soy Cameron. ‒Extendí mi mano para estrechar la de ella, afortunadamente ella la aceptó, y sentí una carga de emociones por todo mi sistema. Jamás había sentido eso y me obligué a prestar atención y tratar de ignorarlo.

‒Amelia. ‒Asiento y me digo a mí mismo que tengo que llevar el pastel a mi hermana. Debo dejar de ver a esta atractiva mujer y centrarme en lo que realmente tengo que hacer.

‒ ¿Podrías hacerme un favor? ‒La chica asiente un poco desconfiada y sonrió para que sepa que no es nada malo‒. Necesito que me vendas una rebanada de pastel de chocolate, la más grande que tengas, es para futuro sobrino, ¿entiendes lo importante del asunto? Mi hermana me matará si no lo llevo, y mi sobrino se quedará sin tío antes de nacer.

‒ ¿Sólo eso? ‒Asiento y ella sonríe mientras se da la vuelta y me cierra la puerta en la cara. Me quedo un poco pasmado pero lo dejo pasar. Corre en dirección a lo que supongo será la cocina. Unos segundos más tarde, sale con el pastel en una caja. Anota algo en la registradora y regresa con una bolsa.

‒Son $35.99 ‒Saco mi billetera y le doy dos billetes de veinte. Ella los toma y los guarda en su delantal, está a punto de girarse para entregarme el cambio pero la detengo.

‒Quédate con el cambio, y gracias, no sabes lo que significa, espero verte algún otro día. ‒Me di una cachetada mental por la idiotez que hice. Si venía aquí, claro que la vería, ¿y qué es eso de "significa mucho"? Sonreí para ocultar mi fallo y ella hizo lo mismo, se despidió con la mano, cerró la puerta y me dejó con una gran motivación para seguir en esta ciudad. Y resistir el joven matrimonio de mi hermana.

Conduje directo a casa, con el pensamiento de volver a ver a aquella hermosa chica, y sin poder quitar la sonrisa de mi rostro. Rogaba al cielo que estuviera en el mismo instituto que yo para verla no sólo por las tardes ‒sin parecer un acosador‒ y poder hablarle.


Ni siquiera conozco tu nombre (Coffee Shop #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora