Capítulo 18

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Llegue al local y prácticamente me lance del auto, toque la puerta algo desesperada, tenía miedo de que hubieran cerrado el local, aunque le pido a todos los santos que no sea así, y que la boca se me haga chicharrón ¿cómo le explicaría a la directora que no me hubiera dado el tiempo de recogerlas si eso era lo único que tenía que hacer?

No iba a tener una respuesta para eso.

Volví a tocar, pero nada pasaba, sentía cada segundo como una hora, mierda!!, ahora si estoy en problemas, di unos toques más y nada, recosté mi frente en la puerta y mi mente empezó a imaginar cual podría ser la excusa perfecta.

Podría decir que me perdí, se me descargo el teléfono y no pude usar GPS, o que...................me quede dormida en el auto...., o que se me pincho una goma.

Joder a quien le miento, todas son excusas tontas que se pueden resolver preguntándole a alguien en caso de la dirección, o llamando a la directora o pidiendo ayuda para el cambio de la goma, y sobre quedarme dormida es la idea más estúpida, me hacer ver despistada.. NO TENGO NI UNA PUTA IDEA QUE SIRVA !!!, ahora si estoy frita. De seguro me quitan el cargo y fin a todos mis planes de lujuria y placer

Ashley respira, tranquila, mantén la calma, espera un poco más, No podía irme sin eso, y me voy a quedar tocando hasta que la puerta se caiga si es necesario. Toque nuevamente mientras rezaba todas las oraciones que me sabía y una señora de algunos 60años abrió la puerta.

En ese momento no sabía si llorar de alegría, o tirarme al suelo dando gracias a los cosmos por escucharme o comerme a la señora mayor a besos por abrir la puerta y salvarme de lo que hubiera sido el peor castigo de la historia y todo por disfrutar de unos ricos besos con sabor a helado de chocolate.

-Hola soy Ashley, -Dije con la sonrisa más grande que he tenido en toda mi corta vida. -vine por las telas y manteles, soy del convento.

-Hola mucho gusto, soy Minerva. -La señora de 60 años, estaba muy bien vestida, tenía ropa de lino de marca bien planchada, unos zapos bajos azules, accesorios muy lujosos, su rostro fácilmente marcaba unas arrugas por la edad, pero a pesar de su aspecto adinerado se notaba su humildad, - pero pasa, pasa mi hija, ya te busco las cosa, las tengo aquí apartadas. ¿Hay alguien más contigo?, vas a necesitar ayuda para montar esto -Me señala algo en el suelo

Eran unas enormes fundas, casi la mitad de mi tamaño y pesaban mucho

-No, vine sola Minerva,

Me quede mirando las funda, determinado como las arrastraría a la calle, estaban bien pesadas

-No te preocupes, mi nieto anda por ahí. Pedro!!!!, ven por favor ayuda a esta joven a cargar lo manteles hasta su auto, están muy pesados y no puede sola

Con que así se llama el patán musculoso.

-Pedro!!!

-Ya voy abuela

Lo vi asomarse con una sonrisa en la puerta, sonrisa que claramente se esfumo al verme, no traiga camisa, solo unos jeans y un perfume exquisito.

-Ella es Ashley, -dice su Abuela- viene del convento, ayúdala por favor a cargar estas cosas.

-Hola Pedro, -Le sonreí amablemente para disimular.

El solo se limitó a mirarme de mala gana, es obvio que no le caigo bien.

-Pedro no seas descortés, saluda a la señorita.

-Hola niña tonta,- No termino de decir bien la frase, cuando ya su abuela estaba dándole un zape,

-¿Que son esos modales muchacho?, ¿Que no te enseñe a respetar?, Excúsalo Ashley es un rebelde a veces y hoy al parecer no está de muy buen humor, ¿Acaso la chica que metiste cuando me fui no te dejo satisfecho?

Pedro la miro sorprendido, al parecer no se supone que ella debería saber eso, luego digirió la mirada hacia a mí, acusándome con sus ojos, sin embargo yo apenas podía aguantar las carcajadas que estaban a punto de salir.

-No la mires a ella, conozco muy bien los hierros de mi camión.

Pedro de mala gana fue por las fundas, cargo la primera con extraordinaria fuerza y se dirigió hacia afuera, me apresure a pasar delante para abrirle la puerta y de paso la cajuela. Una vez a fuera trate de ser simpática

-¿Cómo estás?

-No es tu puto problema

-iiuuu, perdón chico rudo. Aquí te espero esclavo mientras vas por la otra.

La mirada que me dio fue de muerte. Yo solo pude reír y mostrarle mi hermosa sonrisa.

Cuando termino de montar todas las fundas, le di las gracias a la señora Minerva y me fui lo más rápido y prudente que pude.

Por suerte cuando llegue la directora no estaba, salvándome de las preguntas por haber durado más de lo planeado. Deje las cosas en el auto y ya mañana alguien las sacaría y las llevaría al salón para la decoración.

Subí a mi cuarto, me di una ducha para refrescarme, me coloque mi ropa de dormir y guarde el número de Isabella, definitivamente le volvería a escribir a esa chica.

Me acomode en mi cama y minutos después ya estaba durmiendo complaciente en los brazos de Morfeo.






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Una virgen adicta al sexoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora