Seth Ford, frío, calculador y terriblemente carismático, adoptado por uno de los mayores criminales de la ciudad se había ganado el respeto de los bajos fondos, inspirando tanto terror como admiración. Nadie se metía en su camino si quería conservar...
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— Métete en el coche. — Casi susurró mientras mantenía su mirada seria en aquellos hombres. Dudé por unos segundos. — Hazme caso por una puta vez y métete en el coche. — Di varios pasos hacia atrás lentamente hasta el coche de Seth.
Abrí la puerta del copiloto y me introduje silenciosamente sin apartar la mirada de la escena. Ninguno decía nada, simplemente guardaban la distancia, mirando serios los unos a los otros, hasta que Seth pareció decir algo que no logré escuchar. Los chicos dieron media vuelta, de vuelta al bar, y Seth se acercó al coche.
— ¿Por qué me persiguen? Pensaba que estaba solucionado. — Pregunté una vez se montón en el coche. Sin contestar, encendió el coche y arrancó. — ¡Eh, para! — Exclamé. — Tengo una cita. — Casi susurré mientras veía el bonito bar quedándose atrás.
— Ya, bueno, va a tener que esperar. — Aceleró, perdiéndonos entre las interminables calles de la ciudad. Suspiré rendida, apoyándome en la ventana.
— ¿Qué quieren de mi?
— Violarte, matarte, darte una paliza .. ¿Quién sabe? — Dirigí mi mirada hacia él aterrorizada.
— Gracias por el alivio. — Contesté seca.
— Eres una soplona, has intentado llevarnos ante la justicia, y tu estupidez ha causado muertes. Seamos claros, no le caes bien a nadie. Tienes suerte que te estuviera vigilando, me debes una, de nuevo. — Se arrepintió al instante de sus palabras.
— ¿Me estabas espiando? — Se puso tenso al instante.
— No, vigilando. — Me corrigió. — Sabíamos que iban a causarte problemas nada más verte, Frank me ha pedido que te eche un ojo. — Explicó. — De nada.
—Gracias, supongo. — Me encogí de hombros.
Mi teléfono vibró en mi bolsillo, lo saqué y el nombre en la pantalla hizo que mi corazón diera un vuelco.
Zach.
¿Cómo se supone que iba a explicar todo esto?
— Hola. — Contesté con la mejor voz que pude.
— ¿Violet? ¿Dónde estás? — Preguntó preocupado.
Dirigí mi mirada hacia Seth, quien me miró de reojo por unos segundos para después volver a fijarse en la carretera.
— Lo siento, no me encontraba bien, he pedido un taxi y estoy de camino a casa. — Seth rió ante mi mala excusa. Lo fulminé con la mirada y continué con mi conversación.
— ¿Por qué no me lo has dicho? Podía haberte llevado a casa sin ningún problema. — Su voz sonó confusa.
— Lo sé, lo siento, no quería molestarte.
De un momento al otro, mi teléfono voló de mis manos. Observé aterrada como Seth me lo arrebataba, colocándoselo en su oreja.
— La señorita no se encuentra bien, de hecho creo que acaba de desmayarse, no se preocupe yo me hago cargo. — Y colgó.