Capítulo 38 - Perro de presa

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—¡Pásame la toalla! —gritó Seth desde la ducha

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—¡Pásame la toalla! —gritó Seth desde la ducha.

Con una pierna encima del lavabo hice malabares con la mano que tenía libre y cogí una toalla de debajo del mismo, tirándosela a Seth por encima de la ducha. Me miré en el espejo por unos segundos, con mi cara desmaquillada, y dos toallas rodeadas en mi pelo y cuerpo y continué a lo mío mientras el moreno salía con la toalla rodeada en su cintura.

—¿Cómo vas? —preguntó acercándose.

—Estoy en ello —murmuré mientras colocaba la última banda de cera en mis piernas. Esperé a que se secase y tiré de la misma fuertemente. Seth soltó un silbido de dolor mientras miraba mi pierna disgustado.

—¿No te duele? —preguntó.

—Estoy acostumbrada —me encogí de hombros. Se inclinó hacia adelante y lamió mi pierna para después soltar un gemido.

—¿Qué diablos haces? —Lo miré confusa mientras se alejaba y salía del baño de vuelta a la habitación.

—Probar la mercancía como buen hombre de negocios —gritó desde la lejanía.

—Espero que no pruebes toda la mercancía con la que traficas —solté a lo que Seth respondió con una carcajada.

Acabé con la cera y volví a la habitación dónde Seth se estaba cambiando. Ya tenía unos pantalones negros puestos, y se debatía entre una camisa del mismo color o una blanca con detalles rojos.

—La blanca, si no quieres parecer gótico —le aconsejé. La dejó sobre la cama y volvió su cuerpo hacia el armario.

Me quité la toalla del pelo y me acerqué al armario del cual me había apropiado y saqué la ropa interior y los dos vestidos entre los cuales me debatía.

—¿Vestido blanco o negro? —pregunté.

—¿Cuál es mas corto? —preguntó de vuelta.

—El negro —respondí confusa.

—Pues el negro.

—¿No se supones que tendrías que elegir el más largo para que los demás no me miren o algo así? —Tiré del cliché de chico celoso.

—Eso solo va con los tíos inseguros. Yo sé que eres mía, que miren lo que quieran. —se encogió de hombros.

—Buena respuesta —concluí satisfecha. Guardé el vestido blanco y dejé el negro encima de la cama. —Date la vuelta —pedí mientras intentaba quitarme la toalla. Seth rodó los ojos y me hizo caso.

Me quité la toalla y comencé a ponerme la ropa interior.

—Una cosa es que no pueda tocarte, ¿Pero verte? Eso ya es un delito.

—No es para tanto, se llama intimidad.

—Vale, pero necesito material para mi paja diaria.

Me giré y le tiré uno de los cojines encima de la cama, el cual golpeó en su cabeza recibiendo una queja de su parte.

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