Capítulo 16 - Las apariencias engañan

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Me alejé firme y decididamente de ella

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Me alejé firme y decididamente de ella.

Podía permitirle que me vacilara, que me insultara, incluso que me ignorara si quería, pero jamás que dudase de mi.

Sí había algo que odiaba era la gente que no luchaba por conseguir lo que tiene, los que se sientan en el sofá, esperando que les llegue la fortuna o el respeto por arte de magia. Siempre había pensado que si querías algo tenías que luchar y trabajar duro por ello, en caso contrario no merece la pena.

Me dirigí hacia la salida con el sonido de sus tacones siguiéndome de cerca.

Abrí la puerta del exterior, encontrándome con todos allí esperando bajo la fría noche, todo porque les había dicho que salieran.

—Ya podéis entrar. —Informé.

Algunos de ellos bufaron, incluso murmuraron, pero nadie se atrevió a decirme nada. El camarero al cual conocía durante años me dio una palmadita en la espalda y se despidió.

—Buenas noches Seth. — Y entró de nuevo a su local.

Me acerqué a mi flamante Cadillac y me subí de un salto, Violet no tardó en imitar mi acción, tropezándose y casi cayéndose de boca en el asiento. Una pequeña carcajada se escapó de mi boca.

Se colocó bien avergonzada.

—Es por los tacones, estoy muy en forma. — Explicó.

—Ya, claro chulita. — Dije irónicamente arrancando el coche.

Los minutos y la noche cayeron sobre nosotros a la misma vez mientras conducía por plena ciudad, cada uno inmerso en sus pensamientos.

De alguna manera me había acostumbrado a su compañía, y no me disgustaba en absoluto si quitabas los momentos en los que me sacaba de mis casillas con su actitud y su lengua venenosa la cual no tenía filtros. Decía absolutamente todo lo que pensaba, fuera bueno o malo, y eso tenía tantas ventajas como desventajas.

— ¿No puedes simplemente dejarme en mi casa? — Dijo después de unos minutos.

— Si te han encontrado en ese bar te pueden encontrar de camino a casa, es por tu bien deja de quejarte.

— Esa es la peor excusa que he escuchado en mucho tiempo. — Rodó los ojos. — Podrías dejarme en la misma puerta o otras miles de opciones.

— Mira, mañana planearemos el golpe y es mejor que te quedes en mi casa, no queremos levantar sospechas con tanta gente entrando y saliendo del edificio. — Expliqué.

— Esa excusa es algo mejor pero sigue siendo bastante blanda. — La miré de reojo mientras ella observaba las calles pasar con indiferencia.

Que el universo me de paciencia porque como me de fuerza la mato.

Y así, ignorando sus constantes quejas e indirectas, comencé el camino a mi casa, o mejor dicho, casa de Frank. Si por mi fuera, la dejaría en su casa con tal de que se callara por unos minutos, pero las reglas eran las reglas, nada de entrar y salir del edificio días antes del golpe.

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