Capítulo 19 - El Golpe (Parte 2)

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En aquella habitación todo era peor aún

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En aquella habitación todo era peor aún

Aunque había pasado una noche no hacía demasiados días en aquella habitación de invitados, aquel día todo era diferente. No se escuchaba absolutamente nada, ni siquiera el tic tac del reloj del salón. Estábamos simplemente yo y el traje de cuero de motorista que Mia había dejado hace unos minutos con la esperanza de que me cambiara, pero simplemente no podía.

Era una locura, pretendían que de la noche a la me convirtiera en una criminal. Eso no iba conmigo, yo no era así. La sola idea me aterrorizaba.

Durante toda la tarde había soportado las manos sudorosas y la respiración entrecortada a cada minuto que nos acercábamos del momento, hasta el punto de marearme de tal manera que pensaba que me desmayaba.

Observé el traje de cuero una vez más, provocando un fuerte dolor en mi estómago.

De un momento a otro la puerta se abrió, sobresaltándome. Di media vuelta para ver los cortos rizos de Chad entrando asomándose por la puerta.

—¿Aún no te has cambiado? —preguntó. Mi mirada bastó para que se diera cuenta que algo no iba bien. Suspiró y se acercó lentamente, recogiendo el traje de cuero por el camino.

Él ya estaba listo, y por alguna razón, verlo ya preparado me asustó aún más.

—No creo poder hacerlo —intenté hablar, aunque solo un hilo de voz salió de mi boca. Suspiró una vez más y me tendió el traje.

—Rubia .. lo siento mucho, de verdad, pero tienes que hacerlo. —Su voz sonó de alguna manera triste. —Levanté la mirada por encima de su hombro, distinguiendo a Seth observándome desde el marco de la puerta, me dirigió una mirada rápida y después me ignoró, desapareciendo del lugar. —Cree que no puedes hacerlo —murmuró Chad, refiriéndose a Seth.

—Tiene razón, no puedo —me rendí.

—¿Sabes? Muchas veces nos sentimos débiles, o tan asustados que ni siquiera podemos movernos, a mi también me ha pasado —explicó. —Pero eso es lo que nuestros enemigos quieren ver. Aún cuando creas que no te quedan fuerzas, o que no puedes hacer algo, levántate, y hazlo, o al menos inténtalo. —Me tendió otra vez el traje, y tras suponer que no me quedaba otra alternativa, lo cogí. —Nos vemos abajo.  —Sonrió entonces, dio media vuelta y desapareció, cerrando la puerta tras él.

Observé el traje unos instantes más y hice lo que tenía que hacer. Lo volví a dejar sobre la cama y me quité la ropa, poniéndome el dichoso traje de cuero.

Era angosto y caluroso, pero de alguna manera cómodo, se ajustaba a mi cuerpo como un guante. Me miré frente a uno de los espejos de la habitación, observando mi figura.

Al menos me quedaba bien.

Una vez lista me di cuenta que no había marcha atrás, así que cogí toda las fuerzas y valentía que tenía y me dirigí al piso de inferior.

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