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Él era el típico chico que atraía la atención de cualquiera que pasara por su lado, incluyéndome en esa bolsa. ¿Por qué? Era simple:

Tenía esa típica seguridad envidiable, caminaba por los pasillos del instituto con tanta ligereza que cualquiera pensaría que estaba hecho para modelar; sonreía y tenía a sus pies a cientos de chicas rogando por un poco de su atención, tenía ese séquito de amigos que iban siempre detrás suyo, haciéndole juerga a cualquiera de sus tonterías. Era el popular, el rey del instituto, el chico malo.

Pero con algo en especial. En realidad, no era malo.

Realmente, sus juergas eran básicamente comenzar una partida de ajedrez en medio de los pasillos, y comenzar así un juego donde cualquiera podía jugar si así lo deseaba. Le sonreía a todas la chicas, ni una sola sin excepción, y las trataba como princesas. Modelabapor los pasillos porque sabía de su nato atractivo heredado de sus padres, peroera tan consciente de eso como de que era como cualquier otro ser humano allí. Teníaesa seguridad que te hacía pensar que tenía el mundo a sus pies, pero no, suspies estaban bien anclados a la tierra.

Era un chico espectacular.

Cualquiera lo definía así: sus padres, familiares, profesores, amigos, compañeros, director. Todos. Incluso la gente que me rodeaba a mí pensaba exactamente igual.

Incluida yo.

Pero no vamos a hablar de mí. No exactamente. Esta historia se trata sobre él, y sobre cómo pasé de ser alguien que se escondía bajo los libros para que él no me encontrara, a ser el centro de toda su atención.

No es cliché. O quizás, sí lo es.

Pero es su historia, es la nuestra.

Y es sobre él.


Él y su imperfecta perfecciónWhere stories live. Discover now