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La vieja mujer que trabajaba como enfermera en el colegio se sorprendió un poco al verme llegar a la enfermería. Al quitar sus arrugados ojos de los míos, miró a mi amiga y ella le explicó que no recordaba nada del día anterior. Al parecer algo había entre ellas porque de inmediato la enfermera entendió, como si hubiera alguna clase de secreto que compartían.

Me hizo sentarme en una camilla, tomó un extraño aparato con el que iluminó mis ojos y finalmente me hizo varias preguntas.

—¿Cuáles son los últimos recuerdos que tenés?

Torcí mis labios, disgustada al recordarlo todo y finalmente eché un suspiro prolongado por mis labios.

—Uhm... Solo recuerdo desde que desperté. No recuerdo nada antes del domingo. Lo que sí recuerdo —razoné—, es levantarme con mucho dolor de cabeza. Fue muy fuerte, pero no sé si me habré golpeado con algo. También recuerdo unas luces de un auto... muy cerca. Pero eso seguro fue un sueño, no lo veo muy nítido en mi cabeza.

La anciana anotó todo en un bloc pequeño y me sentí impaciente de saber algún diagnóstico.

—¿Qué tengo? ¿Por qué no recuerdo nada? —inquirí.

Se aclaró la garganta, se acomodó los anteojos y me miró con seriedad. Y lo siguiente que me dijo me dejó atónita:

—Tuviste un accidente, por eso no recordás nada. 

Él y su imperfecta perfecciónWhere stories live. Discover now