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Los días siguientes lo evité con todas mis fuerzas. Digo con todas mis fuerzas, porque estaban aquellos momentos en que deseaba ir corriendo a sus brazos y devorar sus labios como solía hacerlo cada día.

Obviamente él siempre me buscaba donde fuera, en la cafetería, en la puerta del salón de mis clases y hasta a veces esperaba fuera del baño para toparse conmigo. En realidad, aunque pareciera un poco acosador, era de esperarse cuando de la nada yo había dejado de hablarlo.

¿Seguíamos siendo novios? No lo sabía.

Yo lo seguía queriendo, mi corazón se hundía en su pecho cuando lo veía desde la lejanía y mis labios picaban por estamparse contra los suyos. Era una locura sentir lo que sentía por él, era algo que nunca antes me había sucedido con tanta intensidad. De hecho, podía jurar que nunca antes me había enamorado.

Estaba enamorada por primera vez en mi vida y había sido de él.

El perfecto adonis, rey del instituto y aclamado por las chicas más lindas.

Estuvimos separados alrededor de dos semanas, hasta que un día me buscó en mi casa. 

Él y su imperfecta perfecciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora