17

1.4K 116 5
                                    

Me hicieron volver a casa, porque obviamente en el estado en el que me encontraba era imposible que pudiera seguir en la escuela y concentrarme en alguna cosa que no fuera el accidente.

Llegué con mis padres, y como siempre papá se largó a su trabajo y mamá tomó licencia para cuidar de mí.

Desde que había entrado al auto me había mantenido en un estado de mutismo y así seguí hasta que me acosté en mi cama. Sentía los ojos hinchados y sorbía por mi nariz a cada rato, tratando de no volver a derramar más lágrimas. Contemplé el techo blanco de mi habitación, como si aquello fuera a darme las tantas respuestas que necesitaba.

Mamá había bajado para buscar unas cosas en la cocina, y minutos después abrió la puerta de mi cuarto con cuidado, como si yo fuera algún animalito que se asustaría al más mínimo ruido. Se sentó a un lado de mi cama y dejó una bandeja sobre ella. Ni siquiera atisbé a saber qué era, no me interesaba.

—Sé que muchas preguntas están rondando por tu mente, pero...

—No tenés ni una idea de lo que pasa por mi mente —la corté, por fin enfocando mi mirada en la suya—. No te atrevas a decir que me entendes, porque no es así. ¿Acaso sos vos la que no recuerda nada de lo que estuvo viviendo? ¿Acaso vos tuviste un accidente y perdiste parte de tu memoria?

Su mirada dolida me confirmó que no tenía respuesta alguna para rebatir en contra de mis palabras. Había dado justo en el clavo, tocando hondo en sus sentimientos.

—Tenés razón, no podría entenderlo. —musitó finalmente.

Ordené calmar mi ira, porque definitivamente mi madre no tenía la culpa de exactamente nada de lo que estaba pasando. Simplemente era que todo se había acumulado en mi cuerpo a tal punto que no dejaba de repartir odio por todas partes.

—¿Cómo... cómo fue el accidente?

Mamá soltó un suspiro y se dejó caer de espaldas a mi lado en la cama.

—Saliste un sábado a la noche con tus amigas, como siempre haces. No me dijiste a dónde ibas, simplemente que volverías tarde. La policía me dijo que mientras volvían borrachos en auto por la carretera, otro auto impactó contra el suyo. No fue muy grave, el otro auto chocó sus focos delanteros contra los suyos haciendo que ambos vehículos se deslizaran por el pavimento. Por suerte todos quedaron ilesos, lo único que pasó fue... lo tuyo. Al ser la única que no llevaba cinturón, tu cuerpo se hizo para adelante y tu cabeza dio de lleno contra el asiento de adelante.

»Quedaste inconsciente en el acto. Por suerte tus amigos llamaron a urgencias y se aproximaron a un hospital. Al parecer el miedo les había hecho olvidar un poco la borrachera. A mí me llamaron pocos minutos después desde el hospital. Me explicaron que estabas bien, pero que el impacto de tu cabeza podría causar alguna consecuencia, y lo que vos obtuviste fue la pérdida de memoria temporal. Lo que significa que vos recordarías toda tu infancia, pero olvidarías todo lo que viviste a partir de los 15 años... Eso dedujeron cuando te hicieron las pruebas al despertar.

»Todo daba indicios de que tenías la mente de chica a esa edad. Así que... Comenzaste a vivir tus días desde el día en que entraste a este colegio; desde que nos mudamos. Los doctores decían que no sabían cuánto podía durarte, pero por suerte no fue mucho.

—¿Cuánto? —pregunté.

—Un mes.

Un mes. Un mes donde al parecer yo tenía la edad de una chica dos años menor que ahora. Donde me sentí la nueva en el colegio donde ya estaba hacía dos años. Donde seguramente había vivido todo tan distinto a como lo había hecho antes.

Donde no era la perra que era con 18 años.

Él y su imperfecta perfecciónWhere stories live. Discover now