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Aprovechando que mi madre no estaba en casa gracias a su trabajo, y que no volvería hasta mucho más tarde; respondí su beso con la misma intensidad, o quizás mucho más.

De pronto el ambiente se volvió aún más caluroso, y me pregunté si era gracias a la estufa que seguía prendida o que afuera la lluvia había cesado junto con el viento frío. Cualquiera que fuera la respuesta, más tarde la descubrí; cuando separándome silenciosamente de él, lo tomé de la mano para llevarlo junto conmigo hacia el sofá.

No sabía qué clase de impulsos me estaban haciendo actuar de tal manera, pero no me lo cuestioné mucho cuando nos sentamos y volví a besarlo con el mismo fervor de segundos atrás. Sentí sus manos temblar, su corazón latir desbocadamente y sus besos más torpes que de costumbre. Ambos sabíamos qué iba a suceder, y también éramos conscientes de que los dos éramos principiantes, y que quizás sería un desastre. Pero si el desastre era con él, ¿qué más importaba?

Botón por botón, me deshice de su camisa y la tiré a un lado, mientras íbamos recostándonos en el sofá lentamente, sin dejar los labios del otro. Hasta que finalmente nos separamos para tomar aire, y volver a llenar nuestros pulmones. Observé la forma en la que el miedo cruzaba por sus ojos como una ráfaga, y supuse que en los míos era algo igual. Sus labios ahora estaban ligeramente hinchados por besarnos durante tanto tiempo, y todavía sus manos temblaban.

Obviamente era tonto de mi parte preguntar si él alguna vez había hecho esto, porque me había confesado que yo fui su primer beso. Pero, ¿debería decirle que yo también era tan principiante como él?

No se lo dije, dejé que lo dedujera por sí solo. Relamí mis labios en un acto instintivo y volví a acercarme a su rostro para capturar sus labios con los míos, embobada de tenerlo a mi total merced.

Estaba enamorada, era algo definitivo. Lo supe cuando observé sus ojos y me deleité cuando brillaron de tal forma al ser yo su centro de atención. Cuando no temía por tomar mi mano frente a todo el colegio, y también cuando me besaba frente a todas esas chicas con cuerpos envidiables. Lo supe cuando me dijo "te quiero", y cuando sonreía al mirarme.

Sentí sus manos pasearse por mi espalda, enviando relámpagos de electricidad que me recorrían el cuerpo completamente. Luego, subieron hasta hurgar por entre mis cabellos, y finalmente recorrer mis mejillas con suavidad, dejando caricias que me extasiaban y me hacían sentir en las nubes.

—Te quiero. —susurré contra sus labios, todavía con mis ojos cerrados y dejando que se acariciaran con delicadeza.

Como no obtuve respuesta, me animé a abrir mis labios para observarlo, temiendo a que hubiera arruinado todo. Pero en vez de encontrarme con un cara llena de indignación, fue todo lo contrario. Sus ojitos castaños me observaban con una intensidad que logró calarme hasta los huesos, y fui testigo de cómo estaban ligeramente cristalizados. ¿Acaso él quería llorar? ¿Era la emoción, el miedo o alguna mezcla de todos esos sentimientos? Jamás lo supe, porque jamás lo pregunté.

—Yo también te quiero.

Fue su respuesta.

Ese día no pasó nada, porque todo fue tan torpe que terminamos riéndonos de nosotros mismos.

Ese día dormí contra su pecho, y bajo las caricias que me hacía en el cabello.

Ese día él me dijo que me quería.

Y ese día fue la última vez que me lo dijo.

Él y su imperfecta perfecciónWhere stories live. Discover now