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Al despertarme un horrible dolor de cabeza se apoderó de mí. Sentí como si me hubieran dado una horrible paliza en la cabeza; y emití un fuerte gruñido del dolor desde mi posición.

Me desperecé un poco y de manera lenta y con mi frente arrugada sentí un espantoso mal humor apoderándose de mí con tal rapidez que también logró enfurecerme. No sabía qué rayos había sucedido la noche anterior, lo último que recordaba eran las luces parpadeantes de un auto y estar con una de mis mejores amigas.

¿Qué demonios había sucedido? ¿Acaso me habían drogado y por eso no recordaba nada? ¿Había estado en alguna discoteca o en las carreras ilegales de nuevo? No podía ser lo último, ya que habíamos decidido dejar de asistir a las carreras ilegales después del último lío en el que nos habíamos metido.

Abrí mis ojos, gruñendo con molestia y un grito salió de mi garganta producto de la sorpresa. ¿Qué... carajos?

Salté fuera del sillón y el cuerpo que había allí comenzó a despertar.

Me quedé estática, mirándolo y sin comprender nada. Absolutamente nada. De inmediato miré mi atuendo para saber si había algo que delatara su crimen, pero yo iba vestida... y por cierto, con el horrible pulóver que mamá me había tejido alguna vez.

El chico despertó finalmente, y medio adormilado abrió sus ojos, encontrándome allí parada y con mi quijada a punto de tocar el suelo de la impresión.

Estuve a punto de llamar a la policía; pero primero quería alguna explicación del idiota que se encontraba en mi sillón.

Además si estaba drogada eso podría llegar a mi madre y la cagaría bastante. Aunque cabía la posibilidad de que él hubiera sido quién me drogó y dejarlo en evidencia fácilmente.

Cuando por fin terminó con eso de despertar, bostezó a la misma vez que se sentaba con tanta tranquilidad sobre mi sofá y me sonrió. Me asqueé al verlo sin ningún tipo de remera que lo cubriera y también cuando observé su pelo hecho una maraña sobre su cabeza. No vomité de casualidad cuando vi toda su boca roja, imaginándome que mis labios estuvieron sobre los suyos.

—¡¿Qué demonios haces en mi casa?! —grité, enfurecida.

Asustado, pegó un salto fuera del sofá y me miró con sus ojos a punto de salirse de sus órbitas. Nuevamente estuve a punto de llamar a la policía.

—¡¿Que qué haces acá, idiota?! —repetí.

Tomé uno de los almohadones que había sobre el sofá y se lo tiré en la cara. ¿Acaso había tratado de abusar de mí? ¿Acaso había hecho alguna horrible cosa con mi cuerpo?

—E-espera-a. —tartamudeó.

Se levantó y lo empujé con todas mis fuerzas, realmente enojada; y logré que volviera a caer, desestabilizándose. ¿Cómo carajos había entrado en mi casa? ¿Cómo demonios había logrado llegar a mi sillón? ¿Le habría hecho algo a mi madre?

—¡Te vas, si no querés que llame a la policía ya mismo!

Asintió varias veces asustado como un ciervo a punto de ser devorado por un león. Y él definitivamente quedaba bien como aquel animal con su aspecto escuálido y asustadizo. Sumándole aquellas cualidades las de nerd y que su rostro estaba lleno de acné. ¿Qué demonios había hecho conmigo?

Se levantó nuevamente, apresurado y no lo dejé ni siquiera tomar la camisa que visualicé sobre el piso. ¿Acaso nosotros habíamos...? Me asqueé nuevamente y reprimí las arcadas que querían escapar de mi garganta. A empujones logré sacarlo de mi hogar y por último le tiré la prenda de ropa antes de cerrar la puerta en su cara.

¿Qué demonios hacía el nerd en mi maldita casa?

¿Qué carajos había pasado anoche y por qué no lo recordaba?

Subí corriendo a mi habitación y me encerré en mi baño. Me duché, fregando con mucha fuerza la esponja sobre mi cuerpo, esperando que no quedara ni siquiera un solo rastro del insecto.

Lloré, por no poder recordar nada y sintiéndome impotente. 

Él y su imperfecta perfecciónWhere stories live. Discover now