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La tercera semana de mi soledad decidida, mi "mejor amiga" y el séquito se sentaron en la solitaria mesa de la que me había adueñado en la cafetería.

Sorprendida alcé mi vista para encontrar las perfectamente depiladas cejas de la capitana de las porristas. Las llevaba alzadas, como si estuviera amenazándome de alguna manera al mirarme de tal forma.

—¿Se les perdió algo? —pregunté, volviendo mi vista al libro de Literatura que estaba leyendo.

Tenía examen la próxima semana y había decidido que un buen cambio no estaría mal. En vez de hacer trampas en medio de la evaluación haría el sacrificio de estudiar. Al menos lo intentaba.

De pronto el libro que sostenía entre mis manos había desaparecido de un momento a otro.

—¿Qué demonios crees que estás haciendo? —increpé, molesta.

La chica frente a mí dejó escapar una risa hosca con el libro en su mano, y poniendo ambas palmas sobre la mesa acercó su rostro al suyo para hablarme.

—¿Qué mierda estás haciendo vos? ¿Qué es esto de estar leyendo un libro en medio de la cafetería como una nerd?

—¿Estudiar? —respondí con aires de ironía.

—¡¿Estudiar?! —preguntó con burla y una sonrisa satírica se deslizó por sus labios llenos de brillo labial—. ¿Acaso el insecto apestoso tiene genes de nerd en la baba? ¿O es que tú y él... ya sabes, tuvieron...?

No la dejé terminar. De un momento a otro yo estaba erguida a la perfección y propinándole la cachetada más fuerte que había dado en toda mi vida.

Sus labios formaron una perfecta O y una de sus manos viajó hacia su mejilla recién abofeteada.

—¡¿Pero qué te pasa, imbécil?! —vociferó.

Rodeó la mesa que nos separaba y antes de que pudiera tirarse encima de mí para golpearme la esquivé, logrando así que se tambaleara. Luego, juntando algún tipo de coraje que no sabía de dónde provenía, la empujé haciendo que su trasero diera de lleno contra el piso. Me abalancé hacia ella y en cuestión de segundos teníamos un enorme público vitoreando por la pelea, incluyendo el séquito.

Me senté a horcajadas sobre su cuerpo y le estampé otra cachetada.

—Eso es por haberme pegado antes.

Y otra.

—Eso por creerte mejor que yo.

Me tomé un segundo para observarla. Su rostro ya estaba magullado y con heridas dándole paso a la sangre que comenzaba a dispersarse sobre su rostro de muñeca de porcelana. Alcé la vista y me sorprendí al verlo viendo todo mi acto violento con facciones realmente sorprendidas.

Y finalmente, otra más.

—Y eso... por decirle insecto apestoso.

Él y su imperfecta perfecciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora