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Habían llamado a mis padres, incluso el director estaba aquí. Habían hecho regresar a clases a mi amiga; pero yo seguía sumida en un extraño estado de shock que no me permitía prestar demasiada atención a lo que pasaba a mi alrededor.

¿Qué mierda había pasado? ¿Qué era eso de que había tenido un accidente? ¿Cuándo había sido? ¿Cómo?

¿Por qué no podía recordar nada?

Me sentía desesperada, perdida en medio de un abismo imparable. A la vez, me sentía ciertamente engañada. Quería recordarlo todo, pero la enfermera había dicho que no debía esforzar mi cabeza de esa manera y que habían tantas probabilidades de que finalmente recordara todo, como de que no recordara absolutamente nada.

Tenía miedo de no recordar nada de lo que había pasado. Era extraño saber que había vivido mi vida normalmente los últimos días, pero en realidad sin ser consciente de ello. ¿Era por eso que el rarito estaba conmigo cuando lo recordé todo? ¿Qué otra clase de estupideces había cometido al no ser dueña de mi mente o de mis actos? ¿Por qué mis amigos no habían impedido que me juntara con el idiota y su séquito de nerds?

Me asqueé nuevamente al recordarlo el domingo en la mañana, con toda su boca roja... como si hubiera estado besándose con alguien por horas. Como si ese alguien hubiera sido yo.

—Lo único que tenés que hacer por ahora es seguir con tu vida normalmente; no te esfuerces en recordar porque eso puede dejar secuelas en tu cabeza. Tu madre te contará todo de pie a cabeza, desde el accidente y lo que tú desees saber —informó la enfermera.

De pronto unos toques en la puerta lograron que todos los presentes, menos yo, voltearan para saber de quién se trataba. Yo, en cambio, mantenía mi vista perdida en los mosaicos blancos, tratando de recordar qué demonios había pasado mientras había vivido como un zombie.

—Hija...

Mamá habló.

Tomando coraje, elevé mi vista para mirarla y ella me hizo un ademán hacia la puerta para que descubriera quién estaba allí. Y cuando lo hice la ira brotó de mis poros como si hubieran encendido explosivos dentro de todo mi cuerpo. Me levanté de un salto y dando zancadas con mucha decisión sobre el piso, llegué a su lado en un santiamén.

—¡Qué rayos hacés acá, insecto maldito, todo esto debe ser tu culpa, vos hiciste todo esto para aprovecharte de mí! ¡Maldito! —rugí, y su rostro se transformó del miedo a lo siguiente. A muchos niveles elevados. Quedé frente a él y lo empujé con todas las fuerzas que me quedaban y con toda la rabia contenida apoderándose de mis extremidades; logrando así que cayera al suelo, estampando su trasero contra los duros mosaicos.

Mamá y todos los presentes gritaron mi nombre y de pronto sentí los brazos de papá tomarme los míos, impidiendo así que arremetiera nuevamente contra el nerd.

De pronto todo entonces se volvió confuso. Todo en mí se volvió dolor, y la única manera de expresarlo era llorando y culpando a todos de mi desgracia. De aquello y también de no saber nada de lo que había pasado: durante el accidente y durante los últimos días. ¿Qué había hecho últimamente? ¿Qué accidente había tenido? ¿Por qué mis amigos no estuvieron allí conmigo? ¿Por qué no podía recordar nada? ¿Cuándo lo haría? Todas esas preguntas lograron atormentarme a tal punto que mi garganta se cerró, mis ojos no dejaban de gotear y caí al piso desgarradoramente.

Estaba perdida y aturdida.

Él y su imperfecta perfecciónWhere stories live. Discover now