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Una semana después, todavía en plena soledad, había decidido algo.

En medio de una noche en la que no podía dormir gracias a los remordimientos, supe que debía pedirle perdón a todas esas personas a las que había lastimado antes de que pasara mucho más tiempo. Porque faltaba menos de una semana para que termináramos el colegio y quizás no nos volveríamos a ver luego de la entrega de diplomas.

Así que luego de pedirle disculpas a seis chicas a las que había insultado por tener más peso que yo; a los profesores a los que les había faltado el respeto riéndome de ellos en medio de clases e incluso insultado por lo bajo; finalmente había llegado la hora de disculparme con él y también con sus amigos.

Era extraño saber que en mi tiempo de "ausencia" ellos me habían acogido en su mesa como si fuéramos amigos de toda la vida, olvidando el hecho de que tantas veces los había insultado por ser "nerds", "come libros" e incluso "frikis".

Con todo el miedo y la vergüenza mezclados en mi sistema, me acerqué a la mesa donde cuyo grupo estaba hablando sobre videojuegos. Sonreí inconscientemente al recordar que con ellos me había divertido muchísimo más que cuando escuchaba a mis amigos hablar de fútbol, chicas y más fútbol.

Carraspeé llamando la atención de todos, quienes de inmediato voltearon para mirarme con ojos sorprendidos y bien abiertos. Principalmente los ojos castaños de él.

—¿P-puedo hablar con ustedes? —tartamudeé, sin saber por qué.

Todavía asombrados todos asintieron en conjunto. Uno de ellos se hizo a un lado para dejarme espacio y mis mejillas se ruborizaron al notar que me tendría que sentar frente a él, y eso haría mucho más difícil el pedir disculpas.

Bajo la atención de todos comencé a hablar mirando mis manos a la vez que jugueteaba con ellas.

—Quiero pedirles perdón por todas las veces en que los insulté sin motivo alguno. Fui una perra sin corazón que sólo quería sentirse bien consigo misma por falta de cariño y de atención. Acepto que cometí un horrible error al decirles todas esas espantosas cosas durante estos años, ustedes no tienen por qué cargar con el peso del malestar de alguien como yo... Lo lamento tanto... —finalicé y finalmente alcé mi vista para observarlos.

Todos estaban sonrientes y sus ojos demostraban pura simpatía hacia mí.

Se encargaron de dejarme saber que no había rencor y que perdonaban todas mis malas acciones en el pasado. Ellos incluso dijeron que les caía bien y que era agradable... o que al menos lo había sido en mi estado de "ausencia".

Luego llegó el momento de pedirle una disculpa personal a él. La disculpa más difícil. No fue complicado llamar su atención, ya que sus ojos estaban anclados en mi rostro como si quisiese memorizar cada parte de mí.

Sus amigos habían captado la indirecta entre nuestras miradas, y con alguna tonta excusa se fueron.

—Lo lamento... —comencé, pero me vi interrumpida.

—No tienes nada que lamentar. No me hiciste nada; sé que tienes motivos suficientes para pensar que me aproveché de ti al haberlo olvidado todo, incluyendo tu odio hacia mí. Sé que quizás mi presencia nerd te haya molestado, incluso mi peste —él soltó una risita, haciendo del momento algo más sereno—. Solo... no creo que debas disculparte, te entiendo...

—No —interrumpí—, déjame disculparme porque lo mereces, porque no eres quién para recibir el trato que yo te di y el que te dan mis ex amigos. No eres un nerd, y si lo eres no tiene nada de malo. ¡Yo amaría tener tu bendito cerebro! El mío ni siquiera es capaz de recordar una cuarta parte de las cosas. Incluso sabes de tecnología, eres muy bueno con ello, ¿pensaste en alguna carrera que abarcara eso? —agregué y una sonrisita se deslizó por sus labios.

»Y principalmente déjame decirte esto: no hueles mal —no pude evitar soltar una risa por lo estúpido que aquella disculpa sonaba—. De hecho, creo firmemente que tu perfume se ha vuelto uno de mis favoritos. Eres tierno, adorable y cualquier chica que esté contigo será la más afortunada. ¿Carta de primera semana de novios? ¡Jamás lo había visto, eres adorablemente romántico!

»Y... demonios, debo admitir esto... ¡besas tan bien! —le solté, y al notar que se sintió como descargarse de sobremanera reí de forma escandalosa. Luego, en un acto de valentía me paré y sentí una extraña necesidad de que todos aquí lo supieran—. ¡Besa tan bien que sus besos podrían lograr derretir un maldito iceberg!

Volví mi vista hacia él y noté cómo sus mejillas se habían convertido en tomates de lo rojo que estaban. Eso me pareció aún más adorable. El chico era cursi, romántico, tierno... ¿qué otro haz bajo la manga tenía para enloquecer de amor a una mujer?

Me senté nuevamente y le sonreí.

—Lo siento por eso, pero el mundo debía enterarse.

—S-supongo que está bien. —musitó, aún con cara de desconcierto.

Solté un suspiro y relajé mis hombros. Parecía que llevaba un peso menos encima después de pedirle perdón a todos los que había dañado.

—En fin... lo siento.

—Disculpas aceptadas. Y por cierto, no quise aprovecharme di ti en realidad yo... —se trabó un segundo, pero le brindé una sonrisa y él lo tomó como un acceso a sincerarse—. En realidad siempre me gustaste. Bueno, es obvio, eres muy linda. De hecho creo que aquí todos te miran de la misma manera que yo. Sé que parece que me aproveché, pero tú... tú parecías buscarme con la mirada, lo había notado. Al principio solo pensé en ser tu amigo y allí descubrí que eras muy agradable, nada que ver a lo que tratabas de aparentar con tus amigas. Luego... simplemente te besé ese día y... no sé cómo explicarlo.

Agachó su cabeza y su brillante cabello cayó hacia adelante. Luego volvió a mirarme y se acomodó sus gafas sobre el tabique de su nariz, y fue allí cuando descubrí que todo lo que había sentido cuando lo miraba lo seguía sintiendo en aquel instante.

Que sus ojos eran dos bonitas esferas marrones que brillaban; que su sonrisa de paletos torcidos no era solamente bonita, sino que también adorable. Sus gestos, su cuerpo, todo él no tenía ningún defecto.

De hecho, mis pensamientos eran los defectuosos.La sociedad lo era y los prejuicios principalmente.     

Él y su imperfecta perfecciónWhere stories live. Discover now