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Una semana después de reposo pude volver a clases. Esa vez estaba un poco más tranquila ya que al menos sabía una gran parte de la historia. Entonces solo faltaba resolver un hecho más para completar el puzle: qué había hecho durante todo ese mes para que el bicho raro del colegio terminara en mi sillón.

Entré a la cafetería bajo la atenta mirada de todos los estudiantes. No me importó mucho, ya que era algo típico desde que me había hecho parte del equipo de las porristas; era como la aclamada chica que tenía que ser novia de alguno de los mejores jugadores de fútbol americano. Era algo así como una fuente de chismes.

Tomé asiento en mi lugar reservado y todos mis amigos se alegraron de volver a verme. Dejé que me contaran todas las cosas que habían pasado durante mi "ausencia", enterándome así que un idiota había dejado entrar a una chica gorda al equipo. Pero todavía no tenía tiempo para reparar en eso, así que interrumpí todo su palabrerío para ir directo al grano.

—Cuéntenme qué hice durante todo ese mes.

Mi mejor amiga torció su gesto, los chicos me enviaron miradas disgustadas y las demás susurraron cosas que no logré entender.

—¿Estás segura de que querés saberlo?

Su pregunta me tomó por sorpresa. ¿Qué tan malo podía ser para que tuviera miedo de mi reacción? Fruncí mis cejas, y le hice un ademán para que hablara.

—El primer día que llegaste después del accidente no hablaste con nadie. A nosotros nos obligaron a no acercarnos mucho porque podrías sufrir de alguna secuela si íbamos de frente en el primer momento. Así que teníamos que actuar como si no te conociéramos y lograr que volvieras a ser nuestra amiga. Pero no quisiste. Veías el mundo como... horrible. Es como decir... que veías todo al revés; las chicas gordas para ti eran las más lindas, las chicas como nosotras las feas; los del equipo de fútbol para ti eran como los marginados y... los raritos, eran como los playboys del colegio.

»Te hacías a un lado todo el tiempo, en las clases, en la cafetería. Dejaste el equipo y dejaste de asistir a nuestras fiestas. Pero lo peor no fue eso... lo peor fue que te hiciste amiga del insecto apestoso. ¡Fue horrible ver cómo parecías babear por él como si fuera Zac Efron! Parecía que él te había hecho brujería, porque es imposible que alguien como vos se fije en él.

»Poco tiempo después dejaste de aislarte para empezar a sentar con él y su séquito de nerds. Al parecer él se aprovechó de tu pérdida de memoria y se quiso hacer tu amigo. ¡Pero lo peor vino después! Estuvieron como amiguitos dos semanas, y luego... luego....

No pudo terminar. Miré a la chica al lado suyo, buscando una respuesta mientras la rubia pedía disculpas para salir a tomar aire. Exagerada.

—Vos y el rarito se hicieron novios.

Mis ojos se expandieron por si solos, a tal punto de que parecían a punto de salirse de mis órbitas. ¿Qué demonios? Al final el idiota sí se había aprovechado de mí. ¡¿Qué otra cosa habría hecho conmigo?!

—¿C-cómo que n-novios? —tartamudeé, sin terminar de creérmelo del todo.

De pronto, el que iba a responder era nada más y nada menos del chico que me gustaba. Observé los ojos azules de mi amigo y él se tomó un momento para decir lo siguiente:

—Andaban de la mano, se besaban todo el tiempo y se iban juntos.

Reprimí la arcada que quería escapar de mi estómago. ¿Nos besamos? ¿Mis labios estuvieron en... en los labios del idiota apestoso? Me tomé el rostro con las manos y emití un gruñido de frustración.

Mi cabeza comenzó a doler como si me hubieran pateado miles de veces, y entonces miles de imágenes se aglomeraron en mi cabeza para destruirme en segundos.

El primer día de clases, el adonis, los amigos, la golpiza, su ayuda, el beso, el noviazgo, los besos, los abrazos, la primera semana de novios, la carta, los "te quiero", la pelea. Él en mi casa, él en mis labios, él mi sillón...

Él haciéndome enamorar perdidamente.

Él haciéndome sonreír como nunca antes.

Él haciendo que mi corazón latiera con muchísima rapidez a su lado.

Y entonces, mareada de tantas cosas, tanta información y tanto enojo: lo vi todo negro.

Me había desmayado.

Él y su imperfecta perfecciónWhere stories live. Discover now