18. El pasado que nos persigue

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En los verdes y extensos campos de Rusia, se encontraba una mansión de campo apartada de cualquier gran ciudad. No era la propiedad más grande del conde Nikiforov pero sin duda la que más le agradaba al punto de haberla convertido en su hogar. Ahí vivía junto con la condesa Nikiforov una mujer llamada Eva .Era muy bien conocida por su belleza, conformada por sus grandes ojos azules, piel como la porcelana y cabello platinado y sus dos hijos una jovencita de 15 años llamada Mila de cabellera rojiza heredara sin duda de su padre y su hijo menor de 10 años Victor, un niño viva imagen de su madre.

No eran una familia noble como las otras y por esa razón habían ganado críticas de la alta sociedad rusa. Vivan austeramente y se restringían de ir a fiestas y reuniones de la alta sociedad. Cualquiera diría que el conde más bien era un simple señor.

En aquellos años la condesa se encontraba sumamente enferma por razones desconocidas ya que después del nacimiento de Vytia su salud se vio fuertemente mermada.

El conde y Victor pasaban horas en los jardines o en los bosques cercanos, observando especímenes como insectos, plantas o animales. El pequeño a pesar de ser un niño ya mostraba gran pasión por ese tipo de cosas, tanto así que pasaba horas bosquejando animalejos sobre todo las aves que eran sus preferidas junto con las plantas.

-¿Qué tal si le llevas estas a tu madre?- Dijo el conde señalando un pequeño arbusto lleno de lilas.

- Si.- Dijo con mucha emoción, arrancando con cuidado algunas de las florecillas moradas de aquel matorral. Todas las tardes le llevaba flores de diferentes tipos, era como llevar un poco de la naturaleza aquella vieja mansión.-

-Papa. Mama se va recuperar ¿verdad?..- Preguntó mirando al suelo.-

-Sí, claro hijo. Con el doctor que nos recomendó tu tío Yakov seguro que en unos meses estará totalmente recuperada.- Contestó el conde desviando la mirada, por dentro sabía que mentía, ya que la salud de Eva se iba deteriorando al pasar los días.

Al llegar a casa Victor entro corriendo y subió las escaleras, siempre trataba de mostrar su mejor sonrisa a su madre a pesar de la gran tristeza y culpa que sentía al verla postrada en una cama. Al entrar a la habitación su madre lo esperaba con los brazos abiertos, Víctor le dio un gran abrazo, después se separó un poco y le entrego las flores. Su madre le agradeció con un beso.

-Victor ¿Qué me has traído ahora?- Preguntó sonriendo.-

-Lilas mamá, tan bonitas como tu.- Contestó el niño volviendo abrazar a su madre.-

Después de dejar las flores en el florero, Victor se sentó en una silla que se encontraba alado de la cama para poder leer uno de sus libros. El niño pasaba largas horas junto a su madre, ya sea leyendo, o boceteando las flores que le regala todos los días.-

Victor, no tienes por qué estar aquí tanto tiempo. ¿Acaso no quisieras ir a jugar con tu hermana?- Preguntó preocupada.

-No, mi hermana ya no quiere jugar conmigo como antes, ahora solo se la pasa frente al espejo, maquillándose, o viendo sus vestidos, eso es aburrido. –Contestó el niño haciendo una mueca.-

-Ya, está bien jaja. – Soltó una risa. – Ya entenderás cuando seas mayor.-

-Además también vengo a ver a Sari.- Dijo volteando a ver a una muñeca muy hermosa, que se encontraba sobre el tocador de su madre. Era un regalo que le habían hecho al conde cuando fue de visita a Japón.

- ¿Es tan diferente a nosotros verdad?- Preguntó la condesa haciendo ademan para que Víctor la alcanzara para ella. El niño se levantó y la tomo con suma delicadeza colocándola en las manos de su madre.-

En el jardín de los secretos (VICTUURI) (Mpreg)Where stories live. Discover now