No. 22 || You see those Egg Shells, they're Broken Up

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Clark entró a la habitación callado y con una pequeña planta de campanillas de invierno entre sus manos.

Faltaban veinte minutos para que fuera la hora de visitas, Dick estaba dormido. Afuera, el día era blanco, nublado. Tras el cristal de la ventana nada parecía moverse realmente; una silla en un rincón, la cama en el centro y un monitor a un lado de la misma, eran los únicos muebles que ocupaban la habitación. Clark buscó con la mirada un lugar para colocar las flores y las llevó hacia el alfeizar de la ventana en un vano intento de hacer parecer al día menos como una despedida.

Hace unos minutos había estado hablando con Bruce. Las palabras del hombre estaban perdidas, sus pensamientos dispersos. Clark pudo decirlo entonces, que, pese a ser uno de los hombres más valientes que conocía, Bruce Wayne no estaba listo para aceptarlo aún; aceptar que era hora de retirar las agujas y drenar los químicos, aceptar que las mantas frías no eran la solución y que en realidad ya no había solución alguna que sopesar, que tendría que aceptar que el dolor vendría, fuerte y penetrante, en el momento en que esos ojos azules –océanos brillantes– se cerraran para siempre. Y es que Clark lo había entendido hace un buen tiempo; que las vidas humanas son frágiles, que su luz es tan efímera como etérea.

–Es porque eres demasiado bueno –Clark susurró, mientras se sentaba con delicadeza en la orilla de la camilla, a un lado de su sobrino–. Y es que de una u otra forma, el cielo siempre quiere de vuelta lo que le pertenece.

Tragó duro. Las vidas humanas son frágiles, cortas.

–Pero no tanto, Señor –su voz sonó quebrada, un par de lágrimas cayeron por sus mejillas–, no tanto.

Clark acarició con delicadeza las mejillas rotas del pequeño pajarillo. Las lágrimas caían silenciosas por su rostro. Él no las detuvo. Hace mucho había descubierto que estas son naturales, inevitables y necesarias. Justo como la esperanza.

–Ilógica, peligrosa y dulce esperanza –apretó los labios, observó las agujas en los brazos de Dick y sollozó–, justo como el volátil niño del trapecio volador.

Las sábanas blancas estaban frías bajo sus cuerpos, eran crueles y parecían burlarse de los recuerdos que pasaban por la mente de Clark, al escuchar los débiles latidos de Dick luchando por permanecer en su pecho un poco más; y es que eran los mismos. Los mismos latidos que sonaban ansiosos cuando él iba de vista a la mansión. Los mismos latidos entre mezclados con su risa traviesa, mientras exclamaba: "¡Tío Clark, tío Clark!" y corría para abrazarlo.

Clark sollozó, cubriendo su boca para no hacer ruido.

Dick era tan solo un niño.

–Las vidas humanas son cortas –musitó–, pero no tanto, Señor. No tanto.

***

Jason llegó al hotel la noche anterior para alquilar una habitación. No tenía las agallas de aparecer en dónde sus hermanos, no por ahora.

Su cabello estaba revuelto, sus mejillas húmedas y heladas por la niebla de la carretera. La joven recepcionista le tendió su llave y él la tomó para dirigirse a su cuarto. No uso el elevador, subió lento y cansado por las escaleras hasta el sexto piso. Necesitaba pensar, sin embargo, nada parecía venir a su cabeza.

Entró a su habitación y arrojó la maleta al suelo. La ventana del recinto daba directamente a la ciudad. Observó las luces tras el cristal y se sentó en la cama, contemplándolas. Su cabeza estaba vacía, quizás por el alcohol, quizás por el dolor, o quizás simplemente porque era estúpido.

Batfamily One Shots || Son AdoptadosWhere stories live. Discover now