No. 32 || Lights will Guide you Home

1.4K 141 41
                                    

Tuvo otro espasmo, sus manos pálidas de aferraron a la camisa de Bruce ―la camisa bañada en vómito de Bruce― y cerró los ojos para ver si así el dolor desaparecía.

Pero, el dolor no desapareció. 

Porque en la única ocasión en la que funciona cerrar los ojos para desaparecer, es cuando eres un niño jugando a las escondidas y tus padres fingen no encontrarte porque te has ocultado tras tus pequeñas manitas, que piensas, todo lo pueden esconder.

Sin embargo, esto no funcionaba así; y es que Dick ya no era un niño, y sus padres estaban muertos, y sus manos rotas y conectadas a intravenosas crueles que no servían ya, y que no lo podían esconder de nada en lo absoluto. No del dolor, no del cáncer, no de la muerte, o la humillación de no poder hacer nada al respecto.

Y eso lo frustraba.

Porque Dick siempre había vivido una vida llena de tragedias, pero, se había obligado a poner una sonrisa frente a ellas, a levantarse y encontrar una solución sin importar al problema al que se estuviera enfrentando. Pero, ahora. Ahora las soluciones se habían perdido, pasado por su lado y simplemente saludado para decirle adiós.

Bruce miró el cuerpo de su hijo contraerse más fuerte en respuesta al ensordecedor dolor. El nuevo tratamiento no estaba funcionando en lo más mínimo, así como los ojos cerrados de Dick no lo hacían. Las costosas medicinas caían por las venas del joven sin hacer nada realmente. Bruce las miró y apretó los dientes, no podía rendirse, se negaba a hacerlo. A tirar la toalla, a dejar la pelea, a permitir que lo que más atesoraba en esta vida se escapara para siempre, dejándolo impotente, mirando los retazos de amor sangrante y eterno corriendo entre sus dedos.

―Por favor... ―Dick lloró―, papi... papá... me duele ―la frase se cortó por otra arcada.

Más vómito manchó las sábanas. La bata de hospital de Dick estaba hecha un asco. Los doctores les habían explicado que eso ocurriría, dijeron también que iba a doler, que era casi seguro que no iba a funcionar, sin embargo. Sin embargo, Bruce era egoísta.

―Aguanta, vida, por favor aguanta ―porque eso era lo que Dick era.

Vida. Vida que lloraba y se retorcía y suplicaba porque la dejaran ir. Vida que había llegado y apenas y había podido quedarse. Y es que había sido tan corto el tiempo... aunque, realmente, Bruce se preguntaba si alguna medida de tiempo con Dick alguna vez habría podido ser suficiente.

―Papá... ―Dick rogó, su voz había dejado de ser su voz hace mucho; ahora era un eco, algo roto, raspado e imposiblemente fuera de reparación como todo lo demás que afligía su cuerpo―... déjame... papá... quiero dormir... duele...

Bruce sorbió su propia respiración ―húmeda, agitada― como pudo, con los ojos vidriosos y negó con la cabeza.

¿Cómo podía pedirle Dick algo así?

―No, vida, no me puedes pedir eso ―dijo, su ceño fruncido, sus brazos apretando a su hijo como un pequeño niño malcriado aprieta a su oso favorito de felpa―. Dick, yo no puedo renunciar a ti. Lo sabes. Dick...

―Duele... ―Grayson sollozó. Y su llanto también era como el de un niño. Desesperado, confundido, un escuincle que no entiende porqué sus padres no lo quieren dejar dormir una siesta.

Una pequeña, pequeña, tan pequeña... siesta.

Entonces, todo se arreglaría. Los moretones se irían, las venas, los huesos, la piel, todo dejaría de doler. Las cosas malas serían olvidadas, las agujas saldrían al fin de su cuerpo y, después, después él podría volver a jugar. Porque es así como funcionan las siestas ¿No es verdad? Duermes y después... después solo vuelves a jugar.

Batfamily One Shots || Son AdoptadosOnde histórias criam vida. Descubra agora