Te llamas...

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Mi teléfono estaba arruinado. Más que arruinado, ¡Completa e irremediablemente muerto!.

Así que luego de 3 días de duelo, superé el trauma y fui a comprarme uno mejor. Uno que resistiera los malos tratos, la constante batería baja y el café caliente.

Sobre todas las cosas, el café caliente.

Fui a la compañía de teléfonos y después de que se rieran en mi cara como por media hora, se dignaron a ayudarme.

Recibí un equipo mas o menos decente (Gracias a santa Hwasa que me prestó dinero para pagarlo) y me mantuvieron el número anterior (cosa que agradezco bastante).

Tomé mi equipo y lo guardé bien antes de irme de la compañía. Hoy me tocaba irme a casa en transporte público (cosa que hace años no hacía) y no quería que me lo robaran, es un teléfono muy caro.

En fin, ¡El trayecto no pudo ser más desesperante!. Las dos horas que pasé arriba de ese bus me hicieron recordar detalladamente por qué me gasté el pie para mi apartamento en un auto.

Un imbécil se fue mirándome todo el camino, había gente tosiendo sin taparse la boca, aunque iba sentada no podía sentirme cómoda porque la anciana a mi lado se creía la reina victoria acaparando todo el espacio, estaba increíblemente lleno y ¡Dioses!, ¡No creo que hubiese podido costar más salir de ahí con tanta gente estorbando!.

Trayecto agotador.

Después de las dos horas más horrorosas de mi vida, llegué a mi amado edificio. Apreté el botón del elevador unas... ¿Cien veces? Y no parecía querer funcionar, definitivamente la tecnología no me ama en lo absoluto.

Cansada, enojada y frustrada tuve que tomar las escaleras. Iba como en el tercer piso cuando me senté junto a una planta para respirar. Estaba agotada, sin aire y sin ganas de seguir. Estaba pasando por una angustia horrorosa y lo único que pude hacer al respecto fue esconderme junto a la planta a llorar.

Definitivamente un día de mierda.

Trataba de hacer que mi llanto no se escuchara tan fuerte para que no retumbara el ruido en todo el edificio pero de todas formas sentí que era en vano, mi llanto no paraba y eso en su momento también me llegó a desesperar.

Me mordí fuerte el labio para callar el llanto y sentí un ruido venir de las escaleras de más abajo. Se aproximaba alguien con ¿bolsas de supermercado? Si, bolsas de supermercado.

Agarré mis cosas y subí lo más rápido que pude entre el llanto, llegué al 7mo piso (donde vivo) y no podía más. Así que me arrodillé frente a la puerta, respiré hondo y seguí llorando. En lo primero que pensé fue "tengo que enviarle un mensaje a Hwasa". En ese momento no pensaba en que tenía que cargar el aparatito, pero eso no es lo importante. Sino que no lo llevaba conmigo, lo había olvidado probablemente en el tercer piso.

Había.
Perdido.
El.
Teléfono.

¡Entré en un Pánico-Histeria horrible!.

Debí estar llorando un par de minutos contra mi puerta cuando derrepente sentí algo frío tocar mi mejilla.

Era una caja blanca.

Como la de mi teléfono.

¡Era la caja de mi teléfono!.

Tenía la cara hinchada, roja de tanto llorar pero no me importó. Necesitaba ver al ángel que me dio ese respiro en aquel día de mierda.

Tenía la piel clara, los ojos oscuros y ese característico color de cabello suyo.

El karma realmente existe.

-¿Solar?... Ese era tu nombre, ¿verdad?.

~~~

¡Bam!, ¡llegaron los capítulos en primera persona!.

Yo... He escrito bastante estos días (no demasiado pero si bastante).

Así que espero que sepan que si hay un tiempo en el que dejo de escribir se viene uno en el que voy a escribir mucho <3

¡Puedo demorarme pero tenganme paciencia!

Los amo <3

Relatos de una letrista. [Wheesa]Where stories live. Discover now