Dios

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Y otra vez sobre la misma alfombra, mirando al mismo techo, aislada de toda la gente con la que hablaba. Wheein se sentía miserable de nuevo, pero no de la misma forma que la vez anterior. En esta ocasión no había besado a alguien, pero sintió que quería hacerlo.

Ese día cuidando a las sobrinas de Hani se convirtió en una revelación.

Porque ese sentimiento, esa sensación de la que tanto había huído, estaba de vuelta en su estómago, y no estamos hablando de un malestar estomacal o ese dolor causado por estrés como era de esperar. Esta era aquella sensación que comienza en tu estómago, se esparce despacio por todo el cuerpo y termina dejando estragos en el corazón.

Wheein, como cualquier ser humano común y Silvestre, tenía secretos. Secretos tan humanos como se podían esperar de cualquiera. La diferencia es que ella sí sabía esconderlos, más que nada porque pretendía que se olvidaba de ellos. Eso le resultaba mucho más fácil, sobre todo porque no tenía una mínima habilidad para mentir.

Toda la vida había sido diferente, en el jardín de niños ella siempre estuvo sola. Su mamá siempre fue su mejor amiga, juntas hacían todas esas cosas que Wheein veía a las demás niñas hacer en televisión, todo menos una cosa.

Hablar de niños.

La madre de Wheein toda la vida fue una mujer muy rígida en términos de relaciones interpersonales, más que nada porque fue producto de una relación entre una monja y un cura.

La mujer era dura, dura con los temas relacionados con las relaciones humanas fuera de las familiares. Para ella, todo lo que tuviera que ver con las relaciones entre personas del mismo sexo debía ser erradicado, quemado, aislado, llevado lo más lejos posible de la vista de su retoño.

Así que Wheein, al igual que su madre, fue criada por monjas. Durante 10 años sólo supo de la fe, hasta que sus padres se divorciaron y el juzgado le dio la custodia a su padre.

Ahí, en el pequeño departamento de su padre, aprendió de ciencia, historia, literatura, evolución. Su papá, decidido a abrirle las puertas de un mundo fuera de la fe, la alimentó de información y la liberó como ningún otro niño había sido liberado antes.

Cuando cumplió los 15, se fue a vivir un año con su madre. Nunca antes la había considerado como una mujer rígida o intolerante hasta esa fecha, Wheein había cambiado, pero lamentablemente su madre no.

Wheein, como proyecto de mujer, decidió educar a su madre, por muy insoportable que le pareciera. Durante dos años tuvieron una relación realmente tormentosa hasta que la mujer aflojó en casi todos los temas.

Menos en el que a Wheein después tanto le iba a doler.

A los 17 años, Wheein consiguió tener un novio. Todo bien, su nombre era Tom, diminutivo de Thomas, el chico era una persona realmente agradable y bastante decente, aún cuando no era realmente apegado a las costumbres cristianas, logró agradarle a los padres de Wheein ¿El problema? Era de ascendencia musulmana.

Estuvo con él alrededor de un año, hasta que decidieron separarse porque Tom, necesitaba volver a su país de origen para hacerse cargo del negocio de su padre. Lo que le cayó como anillo al dedo a Wheein porque estaba cansada realmente de los choques culturales que habían cuando trataban de conversar junto con su madre.

Pronto Wheein volvió a su vida normal en el departamento de su padre, comenzó su carrera en la Universidad y con ella, una cultura nueva. Por primera vez, Wheein estaba rodeada de gente tan diversa como ella, y por supuesto, aprendió mucho de sus experiencias ahí.

Pronto pasó lo que debía pasar. Más de una vez, una que otra chica con la que compartía clases la invitaba a "estudiar", pero en todas esas sesiones de besos estaba intoxicada.

Wheein realmente se cuestionó si dentro de su sub consciente, sentía atracción hacia las mujeres. El tema ocupó tanto su cabeza que decidió consultar con su padre, así, sin tapujos.

"Entiendo que sientas curiosidad, pero por nada del mundo se lo comentes a tu madre".

Wheein entendía el por qué, pero por alguna razón, el hecho de que su madre fuera homofóbica hacía todo más atractivo.

Amaba a su madre, era, junto con su padre, la persona a quien más amaba en la vida y todo el embrollo de su posible homosexualidad la tenía dividida.

Tuvo una real lucha interna por meses, hasta que decidió mantenerlo en secreto para conservar su "sana" relación con su madre.

Todo estuvo bien, hasta que se topó con Hani.

La dulce, inteligente y agradable Hani.

Wheein realmente nunca había conocido a alguien con quien tuviera tanta afinidad. Les gustaba prácticamente lo mismo y les disgustaba casi lo mismo también, pecado hubiera sido no haber sentido atracción ante tan inmensamente enorme atractivo intelectual.

Y cayó, cayó como no había caído con nadie.

Así que decidió desaparecer, sabiendo que llegaría a amarla demasiado, sabiendo que esa noche nunca iba a ser suficiente. Prefirió escapar a un lugar donde fuera mucho más difícil llegar a algo duradero o donde fuera más difícil encontrar una Hani.

Pero ahí estaba otra vez, mirando a aquel ser que no necesitaba tanta belleza como la que tenía para dejarla cautiva. Viendo como ayudaba con sus tareas a su sobrina mayor mientras ella hacía dormir a la pequeña Hyerin. Tan madura que le costó reconocer a la joven e inocente Hani que dejó en aquella ciudad costera, pero que aún seguía ahí.

Otra vez su sonrisa le dejaba estragos en el cuerpo y nuevamente esas ganas enormes de acortar distancia la invadían.

¿Y es que los años no pasaban en vano?

Wheein había cambiado, aspectos de ella habían madurado. Pero algo se había mantenido intacto, el deseo de pasar a algo más con Hani y el miedo de que sus deseos se hicieran realidad.

-Ohhh, bendita Hani ¿Qué me has hecho?

Relatos de una letrista. [Wheesa]Where stories live. Discover now