Calor.

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AMAIA:

Intento respirar y no puedo. Calor. Tengo calor. Noto como una gota de sudor baja por mi cuello y pasa entre mis tetas. Sin ser consciente y todavía dormida, intento darme la vuelta y buscar el trozo de colchón que esté fresquito pero algo me lo impide. Un gruñido hace que abra un ojo y por la incipiente claridad que se distingue a través de las cortinas del hotel intuyo que acaba de amanecer. Gimo frustrada, el asfixiante calor no me deja dormir y al intentar moverme Alfred me aprieta más contra su cuerpo.

Está desnudo, los calzoncillos azules que le cubren le hacen un culo estupendo. Me muerdo el labio y él sigue durmiendo, boca abajo, con la cabeza ladeada hacia mí. Su brazo derecho me abraza y me da calor. Noto su aliento a la altura de mi cintura y me acuerdo de que yo también estoy desnuda. Es entonces cuando recuerdo que me acosté en ropa interior porque mi pijama está en el fondo de la maleta, por deshacer. Levanto un poco la cabeza y veo el mando del aire acondicionado casi al final de la cama. Hago malabarismos con mis pies para acércalo a mí con tanta mala pata que termina el suelo. Gimo enfadada y alargo mi mano para alcanzarlo. Mis dedos lo rozan y con un último esfuerzo lo cojo, enciendo el aparato del aire y pongo el modo oscilador.

El aire fresquito refresca mi cara y mi cuerpo. Mi piel sudada se eriza y Alfred a mi lado suspira aliviado y se pega más a mí. Los rizos negros y largos, al menos más de lo que los suele llevar, están alborotados. No puedo evitar llevar mi mano a su cabellera y acariciarla, jugando con sus ricitos.

— Mmmmmm. —Alfred se remueve buscando mi contacto pero mis caricias abandonan su cabeza y mi índice recorre su espalda, sudada, despacio. Arriba y abajo hasta que le provoco un escalofrío cuando llego a el hueso del culo que no me acuerdo nunca de cómo se llama y paro. Hace un puchero, pone morritos y sonrío. Está guapísimo. Como no sé dónde está mi móvil, alargo la mano hasta la mesita de su lado y cojo el suyo. Le hago una foto. Me la mando y escucho como llega a mi móvil, en el baño. Me doy cuenta de que me hago pis y me levanto.

ALFRED:

Abro los ojos y noto como la cabeza me da vueltas.

"Puto Manu"

Maldigo el momento en que le dije que sí. Reconozco que mis planes para terminar la noche cuando subí a la habitación, después de charlar un rato con los fans en la puerta del hotel, no incluían ni a Manu ni al resto de la banda. "Cabrón"  llamó Manu, divertido, al rechazar su oferta y guiñarle un ojo. Sin embargo, me salió gato por liebre. Mis planes se fueron al traste al abrir la puerta de la habitación y encontrarme a una Amaia tumbada en la cama, boca abajo, con la boca entreabierta, cubierta solo por un tanga negro pero totalmente dormida. Esto último hizo la oferta mucho más apetecible así que llamé a Manu para que me esperaran en recepción y después de mirar que realmente estaba dormida y bien y darle un beso en la frente me fui con ellos.

Escucho como Amaia tira de la cadena del baño, se incrementa mi dolor de cabeza y decido que si es el momento para empezar a maldecir, tengo que seguir con los chupitos. Cassalla. Maldigo la puñetera cassalla y los ocho chupitos que tomé ayer. Las palabras de Manu aún me retumbaban en la cabeza: "Es típico de Valencia tío" "como va a ser fuerte si los chavalitos valencianos ya la beben". Bien pues los malditos chupitos de cassalla me habían hecho volver a la habitación a las cuatro de la mañana chocándome con la puerta. Desvestirme dejando la ropa mal plegada, darme con el canto de la silla en el dedo meñique y dormirme como un tronco durante tres horas.

Paro de pensar en ello en el momento que se hunde el colchón a ambos lados de mis piernas y noto el peso de Amaia sobre ellas al tiempo que lanza un condón a mi lado. Unos besos en mi espalda calman los pinchazos de mi cabeza. Besos húmedos, intercalados con lametazos me alivian la resaca. Y ronroneo cual felino antes de que un tirón sacuda mi entrepierna.

Petit InfinitWhere stories live. Discover now