Entre canciones y pizza cuatro quesos.

1.6K 104 20
                                    

ALFRED:

"Merda"

El nubarrón que hasta hace nada permanecía impasible sobre nuestras cabezas empieza a desplazarse hacia la derecha. Veo a través de la cámara como cambia la luz en el Castelo du moros o como se llame, echando al traste la imagen que intentaba captar.

— ¡Mira Alfred!, son milagritos.

Amaia, al otro lado del objetivo, mira al cielo, sonriente. Su dedo índice señala el rayo de luz que consigue filtrarse a través del nubarrón y entonces se gira y me mira. La luz hace que sus grandes ojos se vuelvan verdosos, sus dientes brillan y la lente capta todos y cada uno de los mechoncitos de pelo que se escapan de su moño. Ella se gira y me mira. El mundo se para.

— No te muevas Amaix. —me apresuro a decirle. Antes de que sea consciente de lo que hago, aprieto el botón de la cámara e inmortalizo el momento. Una, dos, ocho. Hago un total de ocho fotos. Se acerca a mí y mientras veo los fotones que acabo de hacer. Se pone de puntillas, mira por encima de mi hombro a la cámara y me da una colleja cariñosa.

—Oye...

—Pero avísame, Alfreeed. Que salgo súper fea.

"¿Ha dicho fea? ¿Pero cómo va a salir ella fea? Pues cosquillas se ha dicho".

Miro a Amaia por encima de mis gafas de sol negras y veo en sus ojos que ha entendido mis intenciones.

—No Alfred por favor — echa a correr escaleras abajo y consigue cogerme ventaja. Oigo cómo ríe y me hace reír.

Ahora el cansancio pesa un poco menos. Adoro la risa de Amaia, que ahora mismo se junta con la del cámara que teníamos detrás y con la mía. Las escaleras en forma de espiral hacen la persecución más divertida. Cuando menos me lo espero choco con Amaia, que echa un vistazo por encima de mis hombros antes de lanzarse a mis labios.

Supongo que no nos ve nadie, ya que entreabro los labios dando paso a su lengua en mi boca. Paso que ella recorre encantada. Sus labios se mueven rápidos y ansiosos sobre los míos. Atrapo su marca de nacimiento entre mis dientes y suelta un gemido. Veo la punta de las zapatillas de Marta doblar la esquina y me separo de ella, que respira entrecortadamente.

Se aferra a mi mano y noto como me traza circulitos en la palma de la mano. La entiendo. A mí también me jode esta situación. La miro y le guiño un ojo y aunque llevo las gafas de sol puestas, sé que me ha visto.

Tic tac. Entrevistas. Tic tac. Fotos. Tic tac. Más entrevistas.

Comemos en un restaurante típico de Lisboa, Amaia y yo nos sentamos entre Madame Monsieur y Laura Rizzotto e intentamos defendernos con el Inglés como podemos. La comida está buenísima y la compañía tampoco está nada mal. A pesar de todo, se hace larga. Cuando salimos del restaurante vemos a Marta y Manu esperándonos en la esquina de enfrente.

Supongo que Amaia los ve al igual que yo, porque oigo como resopla.

—Buah, no sabes cómo me gustaría visitar Lisboa y perderme entre sus calles.

Voy a decirle que la entiendo, pero que no podemos, que tenemos una entrevista a las cinco en el hotel donde nos alojamos pero entonces miro la hora y mi mente empieza a calcular. Si en una hora tenemos que estar en el hotel y hay unos tres cuartos andando hasta allí...

AMAIA:

Alfred tira de mi mano hacia dentro del restaurante.

— ¿Pero qué haces! —Alfred me da un beso rápido y me susurra que confié en él antes de localizar la salida de detrás. Cuando salimos tardamos entre cero y nada en echar a correr. El viento me da en la cara y aunque yo odio correr, la sensación de libertad que ahora mismo me da... es genial.

Giramos a la derecha en la primera salida que nos encontramos, seguimos corriendo y pierdo la cuenta del camino que cogemos, solo sé que terminamos en una placita pequeña. Nos sentamos en un banco, a la sombra de un pino y al lado de un señor que le da de comer trozos de pan duro a unas palomas grises.

El anciano me mira y me habla en portugués. No entiendo ni una palabra pero como me ofrece el pan, le sonrío y el hombre me da un trozo. Lo divido en trocitos y los dejo en mi regazo. Poco a poco se lo voy dando a las palomas que picotean con rapidez.

—Alfred, ¿Sabes la bronca que nos va a caer? –Alfred me pellizca la mejilla con la mano que no sujeta la mía.

—Em... sí. Soy consciente de ello. Pero mientras lleguemos a la entrevista de las cinco todo irá bien. ¿Te preocupa?

—No.

Supongo que me entretengo hablando con Alfred y dejo de darles comida a las palomas, porque cuando menos me lo espero, una se posa en mi regazo y se come los restos del pan. Mi cara debe de ser un poema. El anciano y Alfred ríen y la paloma se asusta y se marcha volando. Nos despedimos del señor y volvemos andando al hotel. Nos paramos en esta tienda y en aquella otra y cuando veo un fotomatón, no dudo en arrastrar a Alfred hasta él.

A nuestra llegada al hotel no hay ceños fruncidos ni malas caras. Llegamos con diez minutos de antelación a la entrevista para sorpresa de Marta y Fernando.

Ya es de noche cuando nos sentamos en el césped de un parque, con la guitarra entre las manos y la caja de pizza entre nosotros. Y en ese momento no somos Alfred García y Amaia Romero, los de OT, los de eurovisión... somos solo nosotros: Alfred y Amaia entre canciones y pizza cuatro quesos.





Hola a todos y todas! Buah, estoy súper agradecida por la acogida que está teniendo la historia, pero más aún a la gente que comenta y opina. Me parece precioso conocer gente a través de algo tan personal como al escritura.

Ayer estuve viendo los castings y me resulta súper raro ver eso de "casting final OT 2018". Qué opinais acerca de que Amaia, Aitana, Ana y Roi estuvieran ayer en la academia?

¿Vais a ver OT 2018? Yo sí, pero no creo que personalmente nadie me llegue al corazón como lo han hecho Alfred y Amaia. Pero bueno, que soy una drama queen. Total que ya he escrito esto un monton de veces y no se guarda.

Un beso, Emma.

Petit InfinitWhere stories live. Discover now