Aráñame el corazón.

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AMAIA:

— ¡Perdona! — el chico pasa de largo. Vuelvo a intentarlo — ¡Perdona! —ni caso. Mi voz se mezcla entre el griterío de la gente que pide copas en la barra y la nueva canción de Nicky Jam.

Me giro y le resoplo a Marta, haciéndole entender que el barman este me está tocando las narices. Empiezo a refunfuñar.

—Recuérdame porqué estamos aquí y no en la barra de arriba.

— A mi no me mires, has sido tú quien ha insistido en bajar porque arriba no les quedaba vodka.

—Tienes razón. Joe, ¿cómo pueden no tener vodka? —Marta me levanta la ceja y río porque la respuesta es más que evidente. La colección de vasos que hay en nuestra mesa son prueba evidente de que nos lo hemos terminado entre nosotros seis.

La situación pasa de castaño a oscuro cuando el camarero atiende a la chica de mi lado que acaba de llegar y es guapísima por cierto, y pasa de mi cara otra vez. Marta se pone a mi lado, y en el momento en que el barman le sirve el cubata a la chica, le coge la botella de Ron y le chilla algo en catalán que no logro entender. El chico fija sus ojos en ella y después los posa en mí. No dejo pasar la oportunidad.

— Un piña con vodka.

— Que en siguin dos.

El barman asiente y entre risas intentamos volver al reservado donde están los demás. Alguien me pone un móvil delante de la cara y tras poner mi mejor sonrisa y sacarme una foto con la fan tiro de la mano de Marta para que vaya más deprisa y cambio de dirección.

— Joder Amaia, poc a poc, que me están matando los pies.

— Buah, es que me hago pis.

Terminamos en el lavabo de la discoteca. Mea ella. Meo yo. Me alegro un montón de haber conectado tan bien con ella, sabiendo lo importante que es para Alfred. Marta es súper divertida, sé que a mis amigos les caería bien, sobre todo a Luis. Un par de selfies aleatorios y medio cubata después llegamos con los chicos.

David, Alfred y Eric rodean a Edu, que baila haciendo movimientos extraños mientras los demás se parten de la risa. Termina la canción y Edu sigue bailando a su bola. En ese mismo momento suena "Gasolina" de Daddy Yankee. Chillo. Marta chilla a mi lado. Nos miramos y tiro de ella hasta el centro del círculo, donde empezamos a bailar creyéndonos divas del reggaetón.

Nos dejamos llevar, damos culazos aquí y allá, al ritmo de la música. Los chicos también bailan, veo a David perreándole a Eric y no puedo evitar reírme. Se los señalo a Marta, que va a animarlos y justo cuando la canción empieza a ser repetitiva, noto unas manos en mi cintura. Me embriaga su olor. De un solo sorbo me termino el cubata, alargo la mano y lo dejo sobre la mesa.

ALFRED:

Cambia la música y esta vez no reconozco la canción. Amaia se pega a mi cuerpo. La rodeo por la cintura y empieza a restregarse contra mí. Beso su hombro desnudo y paso a su cuello. Gime cuando lamo el bajo de su oreja y no puedo evitar sonreír sobre su piel. Seguimos bailando y desconecto de todo lo que me rodea. Solo estamos ella y yo.

Nunca me atrevería a hacer esto en público, no sabiendo que posiblemente ocuparíamos las portadas de las revistas del corazón a la mañana siguiente. Sin embargo, no sé si es el saber que estamos en un reservado, casi solos; volver a salir con mis amigos o el efecto del alcohol lo que me hace seguir.

Cambia la canción. Amaia deja de restregarse contra mí y se gira entre mis brazos. Nos balanceamos siguiendo el ritmo y cuando empieza a cantarme al oído el estribillo de la canción que suena por los altavoces de la discoteca, soy consciente de que es completa y absolutamente apropiada.

Petit InfinitDonde viven las historias. Descúbrelo ahora