Georgia.

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ALFRED:

29 de septiembre, El Prat de Llobregat

– ¿Os suena una tal Georgia?

El rugido de la gente es tan ensordecedor que me abruma a pesar de llevar los in-ears puestos. Isaac me sonríe y yo le guiño un ojo. Entonces empieza punteando las cuerdas de la guitarra y yo introduzco la canción tarareando la melodía.

Recorro el público con la mirada y cuando cierro los ojos empezamos. Puede que sea por la cantidad de escenarios compartidos, pero con ellos las palabras bastan. Es por eso que con tan solo un gesto Isaac me sigue y suena la melodía original.

"Georgia" "Georgia..."

Vuelvo a cerrar los ojos y me dejo llevar. Estoy tan concentrado que prácticamente ni me entero del acople que suena al principio de la canción.

"Comes as sweet and clear as moonlight through the pines" "mmm"

Y entonces, sin esperarlo ni buscarlo, mi mente vuela a la última vez que la canté: Cuatro paredes de una habitación de hotel, mis boxers negros, sábanas blancas revueltas y ella entre ellas.


Principios de septiembre, Menorca.

Salgo de la ducha y me enrollo la toalla a la cintura. Mi reflejo en el espejo empañado me saluda. Septiembre y mi permanente manía de ducharme con agua caliente. Salgo del baño y compruebo que Amaia todavía duerme. La escapada nocturna de ayer nos ha pasado factura a los dos y que hoy nos hayamos saltado el desayuno y todavía haya restos de arena entre su pelo son prueba de ello.

Abro el cajón y me pongo unos boxers negros. Me echo sobre la cama, no sin antes sacudir los granitos de arena que hay en mi lado. Las sábanas están enredadas entre las piernas de Amaia que, de espaldas a mí, me regala una visión perfecta de su espalda y parte de su culo desnudo. El pelo enredado le adorna la cara y le tapa parte de ella. Es preciosa y no es que yo sea muy objetivo con lo que a Amaia se refiere pero su cara desprende tanta paz... Es casa.

Me llevo el dedo índice a la boca y me lo humedezco un poco. Despacito lo llevo a su nuca y trazo el camino de su espalda. Desde el nacimiento del pelo hasta el coxis. De arriba hacia abajo. Su respiración se vuelve menos pesada pero no se despierta. Aprovecho para soplar el recorrido de saliva que he ido dejando con mi dedo y noto como se eriza. Se le ponen los vellos de punta y aprovecho que está a punto de despertarse para acercarme a ella y cantarle al oído.

–Georgia, Georgia... —muerdo el lóbulo de la oreja con suavidad y tiro de él antes de seguir cantando.

Me apetece jugar, perderme entre los pliegues de su cuerpo y hacerla gemir. Y total, la llamada de mi madre esta mañana ya me ha dejado claro que ellos tenían planes, así que nosotros a nuestra bola. Mejor.

Sé que lo que me hago. Amaia me contó hace tiempo que la primera vez que "me tuvo ganas" no fue dentro de la academia, aunque casi. Georgia es una de esas canciones que siempre la pone cachonda al oírmela cantar.

Sin embargo, cuando Amaia echa la mano hacia atrás y atrapa mi anatomía me pilla por sorpresa y se me entrecorta la voz.

—Bon dia Amaix.

—Desde luego que lo son. —Amaia se da la vuelta y apoya su cabeza en mi pecho, sus mejillas tienen un característico color rosado y sus ojos brillan. —Qué bien hueles Alfred. —miro hacia abajo, se está mordiendo el labio, al igual que yo. — ¿Qué estabas cantando?

—Georgia.

—Ah. Pues sigue.

Su mano sigue en mi miembro, ahora duro por el contacto. Yo sigo cantando o intentándolo al menos, pues ella empieza a trazar circulitos con el pulgar por encima de la tela del calzoncillo.

Amaia deja un par de besos húmedos por mi pecho y sopla sobre ellos. Su pulgar no para de moverse y mi erección ha formado ya una tienda de campaña en mi ropa interior.


29 de septiembre, El Prat de Llobregat.

Mierda. Me estoy excitando.

Me concentro al ciento por cien en la canción. Acompaño el ritmo con el pie, que golpetea el suelo al compás de la canción. Sin embargo los golpes son absorbidos por la mullida alfombra que adorna el escenario; así que me levanto.

Mala idea. Ahora se nota más. Así que dejo que la música me inunde. Me quito un in-ear y cojo el trombón.

Cuando escucho el grito del público soy consciente de que me estoy acompañando con mis caderas. ¿Pero sabes qué? Que como dice Amaia: me la sopla.

Literalmente.


Principios de septiembre, Menorca.

JODER.

Amaia repite la misma operación. Lame mi miembro desde la base y hacia arriba dejando un reguero húmedo de saliva. Luego sopla.

JODER.

—Alfred —la voz de Amaia suena sugerente —No estás cantando...

Lo intento. De verdad que lo intento. Pero nada.

Boqueo, intentando encontrar una pizca de aire, un poco de cordura.

—Ay Alfred...

A pesar de que no canto, Amaia tiene compasión de mí y me mete en su boca. Y entonces no canto. Pero gimo. Ronco y fuerte. Y me alegro de que mis padres no estén en la habitación de al lado.

Amaia me lleva por una espiral de sensaciones con su boca. Me succiona y me rodea con su lengua.

Y joder que lengua.

No puedo más. Dejo de aferrarme a la sábana para llevar mis manos a su cabeza y controlar yo sus movimientos.

Se deja. Me cede parte del control hasta que se da cuenta de que intento ralentizar el ritmo para no correrme. Los dedos de mis pies se doblan, intentando aferrarme a algo, intentando no dejarme ir. Amaia se percata de ello y aumenta el ritmo hasta que yo jadeo su nombre, avisándola para que se aparte.

Pero no lo hace.

Y yo exploto.



Hola a todos! Primero que nada agradeceros que somos un montón ya. Hay veces que ni me creo que mi pequeña historita esté llegando a dónde lo está haciendo.

Segundo: madre mia, madre mia. Que conciertazo dió el niño en el Prat. Flipé. EL mejor conciertazo de mi vida. En realidad, de las mejores experiencias de mi vida y no solo por el niño y por todo lo que viví; sino también por la gente a la que conocí y que la música y Alfred ha puesto en mi camino. Sois muy guais. Os quiero chicxs. De verdad <3.

Petit InfinitWhere stories live. Discover now