Capítulo 9

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La voz de Henry sonaba muy lejana a los oídos de Becca, que toda su atención la tenía puesta en sus pensamientos y, en sus garabatos en la libreta de apuntes. Cada vez que levantaba la cabeza, sus ojos se encontraban con los de Henry, que la miraban expectantes, como si desease una respuesta por su parte a una pregunta no formulada. También miraba a Jenna, quien no despegaba sus ojos de Henry, aunque este la ignoraba por completo, pero ella no lo sabía, no sabía que las miradas de Henry iban dirigidas a Becca, y no a ella.

Al mismo tiempo, en la cabeza de Becca revoloteaban como mariposas silvestres, preguntas de las que no conocía la respuesta y coincidencias prácticamente imposibles. Sin embargo, allí estaba, en StrattoNova, la ciudad en la siempre quiso vivir, en una clase de magia dada por un chiquillo como ella y con todos los poderes a sus manos, nunca mejor dicho.

Para evitar distraerse con las trampas de su mente, decidió distraerse de un modo diferente. Tomó su libreta de apuntes y la abrió por la última página. Comenzó con dibujos sencillos, como la estrella de cuatro puntos de Stratto, y, acabó dibujando el perfil de Jenna, que seguía mirando a Henry; Becca decidió pintarle un babero. Tuvo que reconocerlo, esa chica tenía una belleza especial, no solo por su rostro, sino porque no se parecía a ninguna de las oras chicas, ella iba vestida con cientos de colores y no llevaba ni una mota de maquillaje, a diferencia de las otras, que llevaban única y exclusivamente ropa del color de la nieve y maquillaje para comprar y vender. Jenna tenía una belleza que le resultaba familiar, aunque no conseguía recordarle.

Cuando iba, más o menos, por la mitad del dibujo, sonó el timbre que indicaba el final de la clase. Para todos menos para ella. Jenna comenzó a guardar las cosas en su bandolera mientras unas chicas se acercaron a ella.

- Jenna, nos vamos a comer fuera, es el cumpleaños de Talia -anunció una de ellas, Becca supuso que Talia sería la rubia photoshop, ya que llevaba muchas bolsas de marcas caras-. ¿Te vienes?

-Voy a quedarme con Becca –repuso Jenna, poniendo una mano en el hombro de su nueva amiga-. Creo que me necesita más que Talia. Lo siento –declaró, dirigiéndose a Talia, que la miraba sin contener su asombro.

Después de las palabras de Jenna, automáticamente, todas las chicas le dirigieron miradas asesinas a Becca, a las que esta respondió con un aire de seguridad, aunque no interiormente. Supuso que debía hacer algo, decir lo que fuese, pero le daba miedo que se armase una guerra de pijas rellenas de botox.

-Señorita Anderson, usted debe quedarse, necesito todos sus datos para su registro en esta clase, ¿no recuerda que se lo pedí antes de que entrásemos? –mintió Henry. Becca prometió a Jenna llamarla después y, poco después la clase quedó vacía, no sin antes lanzar más miradas asesinas a la chica morena de ojos azules.

Cuando la puerta se cerró, Henry comenzó a hablar de nuevo, pero su tono e intenciones eran distintos.

-Hola Becca, que casualidad encontrarte aquí –apuntó Henry, con una gran sonrisa-. Vaya, nunca imaginé que te daría clase y, menos pensé que serías la “alumna especial”… -A Becca no le hizo mucha gracia su comentario, Henry pareció notarlo-. Oh, lo siento, no pretendía ofenderte, de verdad, sé que debe ser complicado y difícil. ¿Qué tal la comida?

Becca no entendió del todo a qué se refería, pero rápidamente lo recordó. Una sonrisa volvió a invadir sus labios.

-Muy bien, Delly, mi mejor amiga, es una cocinera excelente –reconoció Becca, pero con un aire triste al recordar a Delly.

-Me alegra saberlo. ¿Qué te parece si empezamos?

Henry le hizo una señal a Becca para que lo siguiese. Él pronunció unas palabras, que Becca supuso que serían un hechizo y, apareció ante sus ojos una escalera estrecha que llevaba a las profundidades de la Academia.

Invencible ©Where stories live. Discover now