Capítulo 17

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Tell me what you want to hear

Something that will light those ears

I'm sick of all the insincere

So I'm going to give all my secrets away

Secrets by OneRepublic

El coche blanco se detuvo frente la puerta del Palacio Celestial. Estaba rodeado de verdes jardines sepultados por una verja de hierro negro. Hermosas flores de distintos colores iluminaban como las estrellas del cielo las verdes superficies. Simplificando, se podía decir que era el lugar más colorido de StrattoNova. Si te fijabas bien, se podrías escuchar el suave murmullo de los invitados y de los adolescentes, dentro del Palacio.

Becca seguía, como había hecho todo el camino, en silencio mientras jugueteaba con su vestido, aplastándolo y estirándolo con las manos, gesto que demostraba lo nerviosa que estaba.

—Para de tocar el vestido que vas a acabar rompiéndolo y me lo tendrás que pagar —le llamó la atención Jenna, sujetando fuerte el volante. Intentaba aparentar dureza con sus palabras, pero seguía ahí ese destello divertido del que no conseguía librarse. Becca le obedeció y dejó el vestido en paz—. Yo voy a pelearme por una plaza de aparcamiento, que aquí hay más gente que en las rebajas. Tú busca a Adam y nos vemos en un rato.

Becca asintió y bajó del coche, con cuidado de no pisar el vestido, y de no caerse. La joven se dirigió a la entrada, subiendo las escaleras de piedra beige. Una gran alfombra roja se extendía sobre el pasillo principal, resaltando su elegancia. Las paredes estaban decoradas por numerosos cuadros y candelabros dorados que relucían y te transmitían a una época pasada.

El interior era como Becca se lo había imaginado siempre que describían un baile elegante en sus libros. Grandes bóvedas adornadas con pinturas y divididas con arcos constituían el techo, representando diferentes historias; las paredes eran de color amarillo anaranjado, iluminado por la luz de las velas. El suelo era de losa brillante, que le permitía ver su reflejo.

Becca siguió tocándose el vestido, aplastándolo y estirándolo con los dedos una y otra vez, tratando de liberar presión. Con pasos torpes, se fue aproximando a las escaleras que conducían al gran salón, con el miedo corriéndole por las venas. Seguidamente, la muchacha tomó aire antes de comenzar a descender por la escalera.

—Sí, supongo que sí —reconoció Geran, un hombre de pelo canoso, bajito y regordete. Unas minúsculas gafas redondas le protegían sus ojos prácticamente del mismo tamaño. Le dio un codazo a Adam, por lo que éste dio un respingo y evitó derramar la copa que sostenía en su mano derecha—, esa teoría siempre me ha parecido interesante y las razones por las que las formulado son impresionantes, ¿cómo un muchacho tan joven puede tener tantos conocimientos? —Inquirió, como si le estuviese preguntando a un bebé que cómo era tan guapo. A Adam se le pasó por la cabeza que en ese momento le agarraría la mejilla o le daría una chuche de premio. Geran era un antiguo profesor de Adam, lo tuvo durante un año de la carrera. Se trataba de un hombre simpático, pero algo pesado— Se nota que has estudiado mucho esta profesión, mucho más que otros de tu promoción, ¿en qué estás trabajando ahora?

—Estoy trabajando en cómo se manifiestan los sentimientos en… —Comenzó a responderle Adam, pero no consiguió terminar la frase. Sus ojos azules habían captado algo, y no habían podido de despegarse de ahí. Una joven estaba bajando las escaleras recubiertas con moqueta roja. Una mano se deslizaba por la barandilla de mármol, rauda, pero atenta por si había necesidad de sujetarse a ella. Su otra mano sujetaba, más bien apretaba, un trozo del largo vestido, para impedir que sus sandalias plateadas con tacón lo pisasen. Su vestido parecía hecho con copos de nieve, todos muy juntos, creando un precioso vestido blanco de escote fruncido con una cintura suelta que hacía que el final del vestido cayese de forma delicada hasta los pies de la joven. El vestido estaba compuesto por pequeños brillantes, donde la luz del salón se reflejaba, haciendo que pareciese una estrella fugar. Su cabello castaño estaba suelto y caían en cascada largas ondas castañas decoradas con algunos de brillantes, por lo que resaltaba mucho más. En su rostro se reflejaba la preocupación y la inquietud de estar buscando a alguien entre los invitados, pero también se podía comprobar una belleza inigualable a ninguna, donde se resaltaban dos grandes zafiros azules.

Invencible ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora