Capítulo 11: Parte II

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Yesterday I died, tomorrow is bleeding

Fall into your sunlight

Shattered by Trading Yesterday

El trayecto de ida a Fuego pasó más rápido de lo que Becca pensó que lo haría. La chica, a pesar de que pretendía mantener su mente ocupada con un libro, no lo conseguía, ya que su cabeza solía ir por libre, sin dejar a Becca manejarla, fijándose en todo y en nada a la vez, imponiendo ideas en su mente que ni ella sabía que las poseía.

Las manos de Becca estaban ocupadas en el collar de Delly, girando una y otra vez la tuerquecita, preguntándose si acabaría rompiéndolo. Era un modo de evitar el temblor que abarcaba sus manos.

Al principio del viaje, comenzó pensando en lo positivo, lo que le provocaba felicidad. Vería a Delly, cosa que quería hacer desde hacía semanas, y sentiría de nuevo que a alguien realmente le importaba, que alguien realmente la apoyaba; también podría conocer Fuego, lugar del que todos hablaban muy bien, ya que se decía que era verdaderamente especial, pero no se hablaba igual de su gente. Se decían que eran demasiado atrevidos y bruscos, se creían los mejores, aunque, delante de un StrattoNov guardaban las formas. La parte mala, ya que siempre la hay, era que cabía la posibilidad de que algo fallase, como que no le aceptasen el tatuaje, que alguien la descubriese o, algo parecido. Por el momento, se obligó a no pensar en ello, «ya lo resolveré cuando llegue el momento», se decía.

A Becca le fascinaba como el paisaje cambiaba a medida que se adentraban en el pueblo del fuego. El cielo azul de StrattoNova se tornaba naranja y, las nubes, rojas. Comenzaron a aparecer una serie de aves que Becca nunca antes había visto a volar por el cielo, esquivando nubes y montañas. También los árboles eran distintos, y, en general, toda la vegetación lo era. Los árboles tenían las hojas de color rojo oscuro, como si estuviesen manchadas de sangre, y, no había césped, solo pequeñas flores rojas con el centro negro, conocidas como amapolas.

Cuando el tren llegó a la estación, Becca bajó de las últimas, ya que se había quedado ensimismada contemplando tal maravilloso paisaje. Al salir, tomó el collar de Delly y observó cómo habían aparecido las chispas de fuego. Becca sonrió. Era el mejor regalo que jamás podría recibir.

—Señorita —dijo un moderador. Becca levantó la mirada y, como la de aquel hombre estaba puesta en ella, supuso que era a ella a quien se dirigía—. Necesito que me muestre su carnet de sociedad, su billete y su cuello.

Becca se puso tensa, pero procuró ocultarlo con todas sus fuerzas. Lo único que le faltaba era que el moderador la pillase por su falta de saber mentir.

Becca rebuscó en su bolso hasta encontrar los documentos que Adam le había confiado hora atrás al moderador. El hombre repasó tanto el carnet como el billete con una paciencia y tranquilidad que, para Becca, poca gente poseía.

—Señorita Anderson —le llamó el moderador de nuevo, esta vez por su apellido tras haberlo leído en el carnet y en el billete—. El cuello.

Becca rezó porque no lo descubriese y, porque ella no comenzase a temblar en ese mismo momento. Tomó aire antes de girarse y colocar su cabello castaño lo suficiente al lado para que el moderador pudiese ver la marca.

Becca notó algo frío en el cuello y, a los pocos segundos, un pitido, que no sabía qué significaba. Cuando se giró, el hombre miró el detector unos segundos y, seguidamente a ella.

—¿Tuviste algún problema con el dispositivo? —le preguntó el moderador, frunciendo el ceño. Becca pensó que si le había hecho esa pregunta era porque él notaba que algo pasaba ahí y, como tenía más que perder si mentía, no lo hizo.

Invencible ©Where stories live. Discover now