Capítulo 10

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Los días de las siguientes dos semanas pasaron raudos a los ojos de todos, pero no a los de Becca. El siguiente día de clase con Henry, ya que ella no mencionó nada de la cita propuesta por él, Henry tampoco lo hizo. No era que ella no quisiese, sino que seguía pensando que podía que no fuese lo correcto. Hubo, a pesar de estar prácticamente en verano, unas últimas lluvias torrenciales traídas de la mano de los finales días de primavera, por lo que las clases quedaron suspendidas por dos semanas. Buenas noticias para muchos, malas para una.

Becca veía las horas pasar con cada libro que leía, ya que eso era prácticamente todo para lo que se levantaba. Varias veces había quedado con Jenna para ir de paseo, ya que Adam no le permitía que trajese amigas y, también había hablado con Luce por teléfono para intentar quedar algún día, pero la agenda de Luce no era de las más libres del mundo.

Algunas veces, Becca volvía al lugar donde Luce y ella habían conversado hacía casi tres semanas. Allí, miraba como corría el agua por el cauce del río, siempre topándose con alguna piedra, pero sin impedir que ésta retrasase su marcha. Cuando estaba allí, pensaba en muchas cosas. En las habituales, que todo fuese como antes y que no tuviese esos poderes, pero, también pensó en escribir un algo parecido a un diario, únicamente con la compañía y el sonido del río, aunque , a pesar de todo, nunca llegaba a decidirse a hacerlo.

Cuando iba de camino a casa, solía jugar a buscar a Delly, y, a veces incluso, creía verla, pero se convencía de que su mente le estaría torturando de nuevo con su deseo. Tantas veces deseaba al día ir a verla a Fuego, y, además de hecho, solía soñar despierta que lo hacía y eso le hacía sonreír grandiosamente. Pero también se preguntaba por qué Delly no venía a verla, por qué no tenía noticias suyas. Se prometió a sí misma que conseguiría que Adam la dejase ir a verla, el cuando no importaba.

Esa noche, un miércoles en el que justo hacía dos semanas de su conversación con Henry, Becca tenía preparado para el siguiente día el mismo plan de todos: ponerse un vestido que había establecido como “ropa de estar en casa sin ser el pijama”, tomar una manzana de un armario de la cocina para comérsela en la biblioteca mientras leía, comer sola, hablar o quedar con Jenna, más lectura e irse a dormir temprano para repetir la rutina desde el principio el día que seguía a aquel. La única pega fue que sus planes no salieron como ella quería.

La mañana de ese jueves amaneció soleada a pesar de las lluvias de la noche anterior. A Becca no le había costado conciliar el sueño la noche anterior, gracias al sonido de la lluvia a su encuentro con el asfalto, y tampoco habían irrumpido en su sueño ni una pesadilla, a diferencia del resto de las noches, que se despertaba sudorosa y jadeando, intentando creer que el hombre de capa negra que le hablaba en sus pesadillas no era real. Cuando los ojos de Becca recuperaron la visión del mundo no fue por elección de la chica, sino porque el muchacho de ojos helados estaba golpeando la puerta de la habitación fuertemente con los nudillos.

—Becca —le nombró Adam, mientras seguía llamando a la puerta—. ¿Puedo pasar?

Becca suspiró y se sentó en la cama con la espalda erguida contra el cabecero y las piernas ocultas bajo las sábanas.

—Sí, pasa —le respondió ella, pasándose las manos por el pelo para dejarlo medianamente aceptable.

Adam giró el pomo despacio y pasó a la habitación. Iba vestido con una camisa de cuadros blancos y grises y un pantalón vaquero. Sus ojos seguían ocultos tras los cristales de las aburridas gafas de pasta negra de siempre. Cada día que pasaba, el odio de Becca hacia esas gafas aumentaba.

Adam no se quedó de pie, junto a la puerta, apoyado contra ella, con los brazos cruzados. 

—Quería decirte que te vistieses, nos vamos —anunció Adam, de forma natural.

Invencible ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora