Capítulo 12: Parte II

1.2K 92 26
                                    

Give me therapy

I’m a walking travesty

But I’m smiling at everything

Therapy by All Time Low

—Señor Hilt —continuó Adam, aún indeciso—, ella es Rebecca Anderson, una amiga, que ya se iba —dijo, esta vez mirando a Becca, pidiéndole que le siguiese el juego—. ¿No te ibas a comer a casa de Jenna? Me dijo que quería verte.

—Sí, es verdad —dijo Becca, cogiendo su bolso—. Un placer, señor Hilt, ha sido un honor conocerle —Le dijo, dirigiéndose al presidente, quien no hizo muestra de haber escuchado sus palabras. Al mismo tiempo, Becca rezó por que su voz sonase normal.

Seguidamente, se dirigió hacia la puerta, pero una voz potente y dura detuvo a Becca de hacer ni un solo movimiento.

—Vaya, es una pena, me encantaría haber hablado contigo sobre el libro que llevas en las manos —le confesó el Presidente, con una muestra de decepción en el rostro—. Es de mis favoritos. Además, supongo que así se haría más llevadera la decisión de aprobar o no el proyecto del señor Scott.

Becca miró a Adam, en busca de una respuesta por su parte. El chico se limitó a sacudir la cabeza, como si estuviese maldiciendo, pero al mismo tiempo se rindiera. Becca entendió lo que quería decirle.

—Supongo que puedo quedarme —pensó Becca, preguntándose si realmente era la mejor opción.

—Esplendido —aplaudió el señor Hilt, sin quitarle los ojos de encima a Becca.

—Becca, ¿te importaría acompañarle al comedor? Ya sabes donde está, es la puerta que hay entre las escaleras —sugirió Adam, también algo nervioso.

—Claro —aceptó Becca, con el miedo corriéndole por las venas al sentir esos ojos grises clavados en ella como cuchillos.

No había por qué aclarar los miles de motivos por los que Becca temía a ese hombre, pero entre ellos destacaban los conflictos internos de los pueblos y el hecho de que éste no hiciese nada al respecto y, otro ejemplo podía ser que dejase a los padres de los niños separarse de sus hijos y no quitar esa ley. Un hombre como ese, capaz de hacer esas maldades, tenía todas las de ganar para que Becca lo temiese y odiase tanto como lo hacía.

Llegaron a lo que sería el comedor gracias a las instrucciones de Adam, pobres pero claras, como siempre. Estaba adornado con grandes cortinas rojas y, aunque era más pequeño que las otras estancias, era igual de acogedor y bonito. Tenía una gran mesa en el centro de madera oscura rodeada por cantidades de sillas acolchadas. Algunos candelabros reposaban sobre la mesa, otros colgaban de las paredes y uno grande del techo. Becca volvió a impresionarse. A pesar de que había visto ya muchos diferentes tipos de casas y edificios en StrattoNova, ninguna conservaba esa antigüedad y magia que tenía esa. Y por eso ella la adoraba.

Steven se sentó en la punta de la mesa, como si estuviese acostumbrado a presidirla siempre, porque, probablemente, así era. Agarró con fuerza los reposabrazos de su silla con las manos, haciendo que los nudillos se le pusieran blancos, aunque no abandonaba esa autoridad que reflejaba. Becca se quedó en el umbral de la puerta, sin acercarse, aunque no sabía muy bien por qué.

—Rebecca, vamos, siéntate —le dijo el presidente, como si la casa fuera suya.

A Becca le recorrió un escalofrío al pensar en estar sola con ese hombre.

—Creo que Adam necesitará mi ayuda, vuelvo en unos minutos —le aseguró ella, tratando de sonar convincente.

—Como gustes —le respondió él, con una mueca de resignación.

Invencible ©Where stories live. Discover now