Las cosas bonitas no duran para siempre y eso es algo que Dulce sabe muy bien, contrajo matrimonio con un hombre que creyó el amor de su vida, entonces las sombras llegaron y su cuento de hadas se convirtió en una historia de terror.
Christopher com...
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Tomó su celular para marcarle a Christopher pero se detuvo, él insistiría en verla y ella no se iba a permitir que la viera de nuevo en este estado tan miserable.
Dejó a un lado el aparato porque lo único que en realidad deseaba era estrellarlo contra la pared de la furia que llevaba en ese momento. A veces quisiera dejar a Enrique, pararse de frente y gritarle todas sus verdades, incluso siquiera poder devolverle uno de los tantos golpes que él le imparte, pero la fuerza abandona su cuerpo y no puede dejar de temblar cuando el rostro de él se transforma en un desconocido que la hace conocer el infierno.
Se limpió las lágrimas, se levantó con esfuerzo y encendió la tina, necesitaba bañarse y de esa manera sentirse un poco mejor. Allí con su cuerpo sumergido en el agua dejó desencadenar todo su sentimiento para reconfortarse y levantarse como la mujer fuerte que es, no podía dejarse caer, no con todo lo que se llevaría por delante.
Se mantuvo en el agua durante varias horas hasta que vio necesario salir. Ya era hora de revisar los golpes, se observó en el espejo y se percató del moretón que cubría parte de su pómulo y ojo, con algo de maquillaje lo cubriría, revisó su cuerpo y todo no pasó de marcas, afortunadamente esta vez no quedaron heridas abiertas.
Tomó la bata de baño y salió para ingresar a la habitación que estaba solitaria como ya estaba acostumbrada a verla. El reloj de pared indicaba las 2:30 de la madrugada, se encontraba tan agotada física y mentalmente que se recostó sobre la cama con delicadeza para tratar de descansar las horas que quedaban antes de empezar con sus labores.
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Él daba vueltas en su cama y a cada rato revisaba su celular en busca de llamadas o mensajes de parte de Dulce, pero nada. Sabía que ella podía estar mal y necesitarlo pero también aceptaba que ella era una orgullosa y terca.
Si tan solo le obedeciera en alejarse de su padrino, pero no, ella parecía enamorada de Enrique solo de esa manera concibe que siga junto a él. A veces verla en mal estado hacía que quisiera asesinarlo pero no podía irse en contra del comandante si Dulce no estaba dispuesta a arriesgarse.
Le hervía la sangre que siempre evadiera el tema, más cuando él estaba dispuesto a darle todo lo que ella se merece y demostrarle el trato que se le da a una dama.
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Su alarma sonó a las 6:45 de la mañana, soltó un quejido por el dolor agudo en sus extremidades que surgió al levantarse de la cama, pero basta de lamentaciones su día de hoy ya tenía programación. Se bañó y vistió con ropa cómoda que cubriera todas las marcas, trabajó un buen rato en su rostro hasta que quedó pasable, se colocó los lentes oscuros, cogió su bolsa de mano y salió.
—Buenos días.—Saludó a Matilda quien estaba limpiando la mesa.
