♡《04》♡

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No hay nada peor
Que una mujer hermosa
Aferrada a un pobre idiota
Que no la quiere.

No hay nada peor Que una mujer hermosaAferrada a un pobre idiotaQue no la quiere

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—¿Por qué llevas esos lentes oscuros?

La mano de Christopher no esperó respuesta y de un movimiento se los retiró del rostro, de inmediato ella volteó la mirada.

—Dulce mírame—Ya sus nervios se estaban alterando-¡Mírame carajo!—Gritó enojado y golpeó la puerta de la camioneta. De la boca de ella salió un sollozo, estaba llorando, maldita sea, eso a él lo cabreaba enserio, no le gustaba oírla ni verla llorar y ese parecía ser el plan preferido de Enrique.

Ella mantenía ambas manos en la cara, él trató de tranquilizarse—Vamos Dulce ¿Qué te hizo esta vez?

Dulce se retiró las manos del rostro e intentaba limpiarse las lágrimas para poder mirarlo, realmente no quería verlo a la cara, notaría el moretón que llevaba en el rostro y no quería que él pensara que ella era la mascota de su esposo, ni mucho menos que se metiera en problemas, pero también conocía a Christopher quien no iba a ceder hasta saber lo que ocurría. Entonces giró la cabeza en dirección de él y cuando estaba a punto de articular una palabra él intervino.

—¡Es un puto cobarde!—Todas las venas de su cuello se inflaron y su cara se puso roja de furia, pateó las llantas de la camioneta y dio dos puños bien plantados al capó—¡¿Por qué no me llamaste?!

—Christopher no quiero hablar de eso por favor.

—¡Maldición Dulce María! ¿Es qué no te ves? ¿Hasta cuándo permitirás que haga lo que se le de la gana contigo? Mírate te estás convirtiendo en un desecho humano y me pudre, me patea en el hígado verte así.

Él tenía razón, pero ella sentía miedo. Hace nueve meses sucedió todo, hace nueve meses la chica que ese día entró glamurosa, sonriente y llena de vida a esa iglesia con un vestido blanco, con una cola tan larga que llegaba a mitad de la iglesia, con joyas relucientes que a la luz del sol cegaban se fue apagando. Hoy solo es un cuerpo que pide a gritos ayuda, un alma desvanecida pero una personalidad terca que la sigue aferrando a ese sujeto.
Cada vez se notaba más delgada, más pálida, más muerta.

—¡Esto no es fácil para mi! Crees que me gusta que me veas así, como una estúpida que pierde su dignidad con él, que se deja humillar y pisotear, pues no!—Lloraba de rabia, de indignación, recostó sus manos sobre el volante y después su rostro para dejar caer las lágrimas.

Ella pensaba que con Enrique todo sería diferente pero que equivocada estaba y luego llegó Christopher, quien ha sido su pañuelo de lágrimas en algunas ocasiones, quien le ha sacado sonrisas pero con quien no puede imaginar nada más que una relación clandestina, no se iba a permitir por más que el propio Christopher se lo pidiera que se echará de enemigo a su esposo.

Me Declaro Culpable ©Where stories live. Discover now