♡《22》♡

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Enrique no permitió que Dulce limpiara la habitación, lo dejó para que la servidumbre lo hiciera al día siguiente y fue algo que ella agradeció en su interior.

Dulce miraba hacía el techo completamente distraída en lo que le dijo Christopher, si antes le tenía repugnancia a su esposo, ahora era más que insoportable tenerlo junto a ella, no le cabía en la cabeza en que momento terminó casada con alguien como él. Enrique roncaba profundamente dormido del otro lado de la cama, mientras ella deseaba terminar con todo.

Y ¿si hablaba con Christopher? ¿Si le decía que mañana era demasiado pronto? Quizá así lograría tiempo para poner a salvo a su familia. Su cabeza daba vueltas y vueltas pensando en que hacer hasta que el sueño le ganó la batalla y quedó dormida.

A la mañana siguiente ella se despertó muy hambrienta, el lado de la cama de su esposo estaba destendido y vacío, por lo que suspiró agradecida.

Se levantó con cuidado a confirmar si de nuevo la habitación estaba con llave, pero sonrió al darse cuenta que la puerta no estaba asegurada.
Acto seguido se metió a lavarse los dientes, ducharse y cambiarse de ropa para bajar a desayunar.

Se colocó ropa muy cómoda y suelta, cuando estuvo lista quiso tomar su celular para hablar con Christopher después de comer algo y decirle todo, pero no lo encontró donde lo había dejado por la noche. Desesperada empezó a buscarlo por toda la habitación hasta que lo encontró sumergido dentro de un vaso con agua que estaba sobre la peinadora vacía.

—¡No! ¡No! —renegó y maldijo al tratar de encenderlo y ver que no funcionaba, sin duda alguna señaló como único culpable a Enrique, pero ¿Por qué lo había hecho?

Trataba de secarlo desesperada y tocaron la puerta.

—Adelante. —Respondió frustrada con el celular en la mano.

—Buen día señora, el señor Enrique nos envió a hacer limpieza en la habitación, permiso. —siguieron con cautela dos muchachas del servicio doméstico.

—¿Enrique todavía está en la casa? —Necesitaba pedirle una explicación, necesitaba comunicarse con Christopher.

—No lo sé señora —respondió nerviosa una de las muchachas, Enrique les tenía prohibido dirigirse a ella.

Dulce no dijo nada más y tomó su celular inservible para bajar al comedor donde seguramente se encontraba Enrique.

En el comedor solo estaba Matilda recogiendo algunos platos que de seguro eran de él.

Matilda tan pronto la vio le dirigió la palabra muy alegre, durante la noche la mantuvo en sus oraciones para Enrique no cometiera más locuras.

—Buen día señora, ¿Va a desayunar? —le ofreció y sonrió tan atenta como siempre.

—Buen día, sí, te lo agradecería mucho —volteó a ver los platos que Matilda llevaba —¿Enrique ya se fue,  cierto? —resopló agobiada y se sentó.

—Sí, hace como cinco minutos señora y dejó algunas órdenes al personal —la sonrisa se transformó seria.

—¿Qué indicaciones? —preguntó intrigada.

—Primero le traeré el desayuno —volvió a sonreír con la misma calidez que lo hace una madre.

—Esta bien —respondió Dulce mirando al jardín, las flores se veían muy vivas, el sol resplandesciente, seguro iba a ser un buen día. Solo se extrañó al observar muchos gente merodeando la hacienda, pero dejó de ver hacía afuera por el olor que captó sus fosas nasales, Matilda venía con el desayuno, deseaba comer de todo lo que había en ese plato.

Me Declaro Culpable ©Tempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang