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Tiziano miró con atención el regalo y ella le habló;

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Tiziano miró con atención el regalo y ella le habló;

―Feliz cumpleaños ―le dijo con una sonrisa.

―Te lo agradezco ―respondió devolviéndosela.

Se sentó en el sillón y comenzó a abrir el paquete. Se sorprendió de ver la camisa.

―Es justo la camisa que iba a comprarme la semana que venía.

―¿De verdad? ―preguntó ella sorprendida.

―Sí, la vi en el escaparate el otro día y pregunté hasta cuándo iban a tenerla.

―Bueno, pues ya la tienes. Me alegro que haya coincidido con lo que te gusta.

―Gracias de verdad ―le expresó con una sonrisa.

―No hay de qué ―dijo ella sonriendo también.

Cuando él se fue a trabajar, Génesis se quedó con Stefano jugando un rato mientras lo tenía acostado en su gimnasio con pelotas de colores y formitas que colgaban del arco. El bebé reía y jugaba con las formas que le llamaban la atención. Era precioso, tenía el mismo color de ojos que su padre, azules. Mientras el niño jugaba, ella iba preparando las cosas para aquella misma noche, a medida que le echaba vistazos a Stef. Cuando el bebé comenzó a llorar, fue de inmediato a ver qué le pasaba, lo levantó en brazos y lo meció pero él aún continuaba llorando, pronto notó que su pañal estaba empapado y enseguida lo cambió. Se quedó con él varias horas, entre juegos, caricias, palabras bonitas y sosteniéndolo en brazos para que se durmiera.

Más de siete horas después, casi todo estaba listo, había preparado la mesa larga con un mantel negro y arreglos florales en la gama del color vino con hojas de un verde seco y otras en verde hoja. La mesada donde la mayoría de las veces desayunaban y cenaban, había quedado impoluta y solo le había agregado un florero de vidrio con flores del mismo color de las de la mesa principal. Había dispuesto algunos vinos que Tiziano tenía en la bodega de la casa y algunos racimos de uvas sobre bandejas de plata que había encontrado guardadas en uno de los cajones de la cocina. En el jardín se le ocurrió colgar algunas luces cálidas para que quedara más bonito el ambiente.

Cuando creyó que todo estaba listo, se sentó un rato y miró a Stefano quien la miraba con atención.

―¿Qué pasa cielito? ¿Quieres comer ya? ―le preguntó y el niño gritaba en señal de que sí quería su comida.

Génesis le preparó su biberón y en pocos minutos se lo dio. Un mensaje de texto le llegó a la joven y se sorprendió de saber que era el padre del niño.

Iré más tarde a la casa, tengo que quedarme un rato largo en la oficina. Dale un beso a Stef.

De acuerdo, pero no aparezcas a las diez de la noche.

La niñera de mi hijo me controla, ¿quién lo diría?

Génesis no le devolvió la respuesta. Odiaba cuando cada vez que podía le sacaba a relucir lo que era en esa casa.

De Margaritas y Un Amor italiano ©Where stories live. Discover now