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Antes del mediodía, Génesis se deleitó nadando en la piscina cubierta del hotel antes de almorzar y por si fuera peor, apareció Tiziano allí también

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Antes del mediodía, Génesis se deleitó nadando en la piscina cubierta del hotel antes de almorzar y por si fuera peor, apareció Tiziano allí también.

El cretino no tuvo mejor idea que presentarse frente a ella con un speedo tan ajustado que era inevitable que los ojos no cayeran en la zona de peligro.

―Podías haberte puesto cualquier otra cosa, incluso prefería un bóxer ―comentó como sugerencia.

―Es problema tuyo si tus ojitos miran lugares que no tienen que mirar ―acotó con sarcasmo y tirándose de cabeza a la piscina.

Ella salió del agua cuando él sacó la cabeza al aire. Se recostó en uno de los sillones e intentó relajarse un rato con los ojos cerrados. Suspiró y trató de pensar en otras cosas y no en el beso de anoche o bien de lo perfecto que le quedaba aquel speedo al italiano.

Pronto sintió su presencia cerca de ella y terminó por abrir los ojos, lo tenía sentado a su lado y pegado con otro sillón.

―Hay espacio de sobra como para que te arrimes demasiado a mí ―le dijo algo molesta.

―Me gusta estar cerca de ti ―le confesó y ambos no pudieron evitar mirarse a los ojos, hasta que él volvió a hablarle―. ¿Aceptas almorzar conmigo con tranquilidad y sin nada raro? ―le preguntó regalándole una sonrisa que ella volvió a derretirse por completo.

Aunque Génesis tenía sus dudas al respecto, lo aceptó igual.

―Dejaré pasar lo que sucedió anoche ―contestó tajante y actuando como si nada de todo aquello le habría afectado.

―Perfecto, a la una de la tarde, te espero en el restaurante del hotel ―le respondió levantándose del sillón y yéndose a la suite.

―Creí que te quedarías más tiempo aquí ―le emitió desconcertada y abriendo los ojos con asombro.

―¿Y que termines mordiéndome? No, gracias ―le expresó entre risas y mirándola de reojo con picardía.

La muchacha se removió en el sillón ante la manera en cómo la había mirado, sintió que la había atravesado. Cuando quedó sola allí, suspiró e intentó calmarse más. Ya no podía creer que Tiziano le afectara tanto y no sabía qué hacer o cómo actuar frente a él. Había sido irremediable no terminar enamorada de él y dándose cuenta de aquello volvió a suspirar con pesar.

Miró la pantalla del móvil para comprobar que era tiempo de subir a la suite y comenzar a prepararse para el almuerzo. Tomó la bata de playa y el teléfono móvil y salió de allí para entrar directo al elevador y subir al piso donde estaba alojada.

Se dio una ducha para poder distenderse más y luego se secó para comenzar a vestirse y arreglarse. Había terminado por elegirse un pantalón de algodón y una camisa de mangas largas, zapatos de taco y se acomodó el pelo para luego maquillarse, perfumarse y colocarse un par de accesorios. Antes de salir de la suite, su teléfono móvil sonó, miró la pantalla, era Alejo.

De Margaritas y Un Amor italiano ©Kde žijí příběhy. Začni objevovat