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Améndola sacó del restaurante a Génesis sujetándola del brazo

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Améndola sacó del restaurante a Génesis sujetándola del brazo. La joven vio al hombre furioso y no tenía idea del porqué.

―Tiziano, ¿qué ocurre? ―le preguntó ella caminando a la par de él sin tener la más mínima idea de lo que le pasaba.

―¿Encima tienes el descaro de preguntar qué me sucede? Te vi riendo muy cómodamente con ese tipo de Carlo.

―¿Y cuál fue tu problema? Solo me estaba contando algo que le pasó que fue gracioso.

―¿No te das cuenta que solo quería ver hasta qué punto tú le dabas atención? A veces eres tan ingenua que ni siquiera miras cuándo un hombre se acerca a ti con otras intenciones. Odio a Carlo porque intentó comprarme los viñedos ofreciéndome el cuádruple.

―Más que nada por eso es que lo odias, porque te ofreció comprar los viñedos, viñedos que no están en venta.

―Pues claro que no, me costaron demasiado para encontrar los ideales y cosechar, no los vendería y tú tendrías que saber que Carlo no es un hombre de fiar, me hirvió la sangre cuando te vi tan a gusto y riéndote con él.

―¿Qué pretendías que hiciera? ¿Quedarme seria? No tienes que mostrarle tanto odio.

―Habrá creído que eras una idiota o lo hizo a propósito porque sabe muy bien que eres mi prometida. Tú no tendrías ni siquiera que haberle dado tanta charla.

Tiziano le apretaba el brazo con más presión, estaba furioso y celoso, y cuando llegaron al auto le pidió que subiera. Génesis lo hizo pero lo peor era que no estaba acostumbrada a que la trataran mal y menos viniendo de Tiziano. El hombre cuando tomó la carretera, la cual no estaba transitada ya que habían tomado un camino donde solo había campos y arboledas, comenzó a levantar la velocidad.

Génesis lloraba en silencio porque no podía creer la actitud tan fea de él, siendo un hombre tan tranquilo y bueno sobre todo. Se secó las lágrimas y Tiziano al ver lo que hacía apretó más el acelerador, le daba bronca verla llorar y todo había sido por su culpa, si no habría sido tan imbécil nada habría ocurrido.

―Baja la velocidad, por favor.

―¿Acaso no te gusta la velocidad, Génesis? Pero sí te gustó reírte con él, ¿no? Estabas tan cómoda en la fiesta que ni siquiera eras la tímida mujercita que una vez conocí.

―No, no me gusta la velocidad. No seas como mi padre, que veía cosas donde no las había ―le confesó sin poder evitarlo.

―Pues a mí sí ―le dijo apretando los dientes y pasó el cambio a quinta para acelerar más que antes.

El italiano, ni siquiera se había detenido en lo que ella le comentó sobre su progenitor.

―Tiziano por favor, de verdad te lo digo, baja la velocidad ―le contestó tragando saliva con dificultad y comenzando a ponerse nerviosa―. Estás un poco pasado de copas, estás yendo a doscientos, desacelera, te lo pido por lo que más quieras ―le gritó con lágrimas en los ojos.

De Margaritas y Un Amor italiano ©Where stories live. Discover now