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En el mes de noviembre las cosas entre los dos, parecía que estaban muy bien, incluso Tiziano comenzaba desde hacía tiempo a decirle indirectas que ella no intentaba escuchar o bien no quería tomarlas en serio

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En el mes de noviembre las cosas entre los dos, parecía que estaban muy bien, incluso Tiziano comenzaba desde hacía tiempo a decirle indirectas que ella no intentaba escuchar o bien no quería tomarlas en serio.

Eran vísperas de fiestas y el frío se sentía más que el mes anterior. La casa donde convivían los tres, se había decorado con los clásicos colores navideños y con un precioso árbol también. Solo faltaban tres días para la celebración y Tiziano llegó un rato antes de las seis de la tarde como lo hacía todos los días de la semana, estaba decidido que aquel día iba a cambiarle la vida a Génesis y esperaba que para mejor porque ya no podía soportar más mantener oculto lo que siempre había querido confesarle desde que su mejor amigo aceptara que sucediera algo entre ellos. La muchacha lo miró con atención porque se veía más nervioso que de costumbre y frunció el ceño.

―¿Todo bien? ―le preguntó preocupada.

―Sí ―le dijo, sentándose en la silla alta de la mesada―. ¿Tienes el contrato contigo? ―inquirió mirándola directo a los ojos.

―Sí ―contestó sorprendida ante su interrogación.

―Ve a buscarlo por favor ―le respondió mientras se remangaba la camisa.

Sin preguntarle algo más, ella subió las escaleras para buscar el contrato que lo tenía metido dentro del cajón de la mesa de noche mientras él tomaba el que guardaba dentro del cajón del mueble del televisor. Cuando ella bajó, vio que él tenía el mismo también.

―Aquí tienes ―le expresó entregándoselo.

―Gracias.

Tomó ambos contratos y sin pensarlo y ni titubeando, los rompió a la mitad y luego en otra mitad. Génesis quedó petrificada y sin esperar algo así por su parte. Sabía bien que cuando él rompiera el contrato, todo terminaba pero había quedado confundida porque jamás le había dicho algo contrario o que fuera buscando otro trabajo o incluso que debía volver a Buenos Aires, porque ya no iba a cuidar de Stefano. Se sentía como si le faltaba el aire.

―¿Hice algo mal? ―le preguntó, sintiendo su voz quebrada.

―No, tesoro ―le expresó con delicadeza.

―¿Por qué los rompiste entonces? ―le preguntó con los ojos llenos de lágrimas―. Podías haberlo hecho cuando Alejo se quedó en tu casa e irme con él también ―le contestó sentándose frente a él e intentando no llorar.

―Los he roto porque no te quiero más como la niñera de Stefano ―le dijo pero ella tal parecía que ni siquiera se había dado cuenta de lo que él le había confesado.

―Podías haberlos roto mucho antes para que pudiera volver a Argentina tranquila y no sobre las fiestas, para éstas fechas no hay vuelos disponibles ―le respondió quitándose las lágrimas de los ojos.

―Sé que no hay vuelos disponibles ―le expresó con algo de gracia y una leve sonrisa.

―Debe haber una razón justificada como para que terminaras haciendo eso y me gustaría saberla ―expresó con congoja e intentando hablar sin que su voz sonara entrecortada.

De Margaritas y Un Amor italiano ©Where stories live. Discover now